“Sonido de libertad”

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Aldo Civico
05 de septiembre de 2023 - 02:05 a. m.
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Fui a ver Sonido de libertad. Experimenté una variedad de emociones viscerales: rabia, indignación, odio. Me di cuenta de que en la medida en que me conectaba con la perversa realidad representada en la pantalla (la trata de niños) yo también me iba deshumanizando, deseando para los victimarios la misma violencia que perpetran en contra de los niños. ¿No era esto lo que esas pequeñas víctimas merecían, que alguien las vindicara? Algo perverso estaba pasando en mí: la compasión hacia estos niños promovía en mí deseos atroces hacia los adultos que reducían a menores a meros muñecos inflables. ¿Pero no es esta una contradicción de términos? ¿Cómo puede la empatía provocar el deseo de una violencia que solo la ausencia de empatía puede llevar a perpetrar? ¿Podemos practicar una empatía selectiva? Claro, es fácil (además que necesario) sentir empatía hacia unos niños que son víctimas de unos salvajes. ¿Pero podemos ignorar a los victimarios? ¿No hay riesgo de volvernos finalmente como ellos, seres incapaces de amor, compasión y empatía?

¿Podemos esperar una mejor sociedad si no nos atrevemos a ir más allá de una empatía selectiva? ¿Será que el desafío que nos toca es experimentar a qué posibilidades nos podemos abrir si practicamos una empatía universal, es decir, hacia todos sin discriminación, incluso hacia quienes nos generan repulsión, indignación, odio? Lo quiero decir con claridad. La empatía no lleva a la indulgencia y la impunidad. Todo lo contrario. La empatía tiene en sí misma un concepto de justicia, de responsabilidad y de reparación sobre el cual no podemos dudar. Al mismo tiempo, la empatía nos ayuda a comprender que la retribución no transforma la raíz de un fenómeno que es mucho más que la mera suma de una cadena de actos criminales.

La empatía nos permite reconocer que el otro, incluso cuando este otro es victimario, es un reflejo de nosotros mismos, sobre todo de nuestras sombras. Saliendo del cine me pregunté qué era esta rabia, repulsión e indignación que sentía dentro de mí. En la segunda parte de la película vemos al protagonista penetrar a solas una selva colombiana en búsqueda del jefe de un grupo armado que ha comprado a una niña para satisfacer sus fantasías. Aparentemente, deja atrás el mundo civilizado para llegar a las profundidades de una selva oscura e impenetrable. En realidad, la película parece sugerir que aquella selva no existe afuera de nosotros mismos sino en nuestro medio, como un principio constitutivo de nuestra realidad. Cómo escribe el filósofo Giorgio Agamben, “el estado de naturaleza no es una época cronológicamente real, anterior a la fundación de la ciudad, sino un principio interno a la ciudad”. ¿No será entonces que la rabia que sentí al ver la película es también una rabia hacia mi propia indiferencia, cada vez que niego mi propia esencia y por ende la del otro? ¿La brutalidad que observamos afuera de nosotros mismos no es en última instancia un reflejo de la brutalidad que alimentamos en nuestro interior?

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Alexander(15488)07 de septiembre de 2023 - 03:12 a. m.
Menciona Yuval Noah Harari que la empatía es una de las emociones por las que los humanos armamos pandillas, ya sean para animar a un equipo de fútbol, para “sentirnos compatriotas” o para cometer crímenes de lesa humanidad, el ejército nazi reclutaba bandas enteras de amigos de barrio, esto lograba un lazo de hermandad que forjó uno de los ejércitos mas feroces de combatir. Esa misma táctica la usan los rusos ahora. Pero sin emociones seriamos hormigas humanoides, que pereza!
Alfredo(08585)05 de septiembre de 2023 - 10:29 p. m.
Los obstáculos que dificultan la generación de empatía entre personas diversas son profundamente arraigados en la naturaleza humana. La falta de comprensión mutua, los prejuicios y estereotipos, así como el miedo a lo desconocido, obstaculizan la conexión emocional. Sin embargo, superar estos obstáculos es esencial para construir sociedades más justas y comprensivas. La empatía requiere superar el egoismo y esfuerzo consciente por comprender las perspectivas de los demás...
Elizabeth(40060)05 de septiembre de 2023 - 07:43 p. m.
Es natural y sano sentir repulsión hacia adultos que secuestran niños, casi bebés, para que sean violados por otros adultos. Eso es perverso y personas racionales fácilmente deberían coincidir en esa apreciación. La empatía con actos abominables no tiene cabida. Diferente es que en vez de torturar lentamente a los perpretadores de esas conductas, como sociedad civilizada decidamos que sean separados de la sociedad y paguen sus delitos a través del sistema de justicia.
  • Elizabeth(40060)05 de septiembre de 2023 - 08:08 p. m.
    Tal hace referencia el columnista al hecho de que los seres humanos somos capaces (potencialmente) de las peores atrocidades y que debemos reconciliarnos y dominar nuestra sombra (C. Jung). Si no lo hacemos, podemos terminar como los cobardes que comenten actos abominables. Pero entender que todos tenemos una sombra, no conduce a ser empáticos con los que no la dominan. Todo lo contrario. Si nosotros podemos dominarla, ellos también podrían hacerlo.
  • Elizabeth(40060)05 de septiembre de 2023 - 08:03 p. m.
    Tal vez hace referencia el columnista al hecho de que los seres humanos somos capaces (potencialmente) de las peores atrocidades y que debemos reconciliarnos y dominar nuestra sombra (C. Jung). Si no lo hacemos, podemos terminar como los cobardes que comenten actos abominables. Pero entender que todos tenemos una sombra, no conduce a ser empáticos con los que no la dominan. Todo lo contrario. Si nosotros podemos dominarla, ellos también podrían hacerlo.
Carlos(34560)05 de septiembre de 2023 - 07:05 p. m.
Según su columna [no he visto la película], la rabia que se siente es más o menos parecida al ver a esos violadores y reclutadores de niños posando de impolutos en el Congreso de la República
Fernando(70558)05 de septiembre de 2023 - 04:43 p. m.
Excelente reflexión aplicable también al proceso de "paz total".
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