La conversación fue tan intensa que los sonidos de la música en vivo ya no llegaban a mis oídos. Ángel me estaba contando sobre su vida, una existencia salpicada de traumas desde la infancia, una historia difícil de sobrevivencia en la cual los adultos andan sueltos y se niegan a asumir la responsabilidad de amar, cuidar, proteger, abrazar. A veces me parece un milagro que muchos de nosotros sigamos vivos y luchando. La biografía de muchos es una muestra de la resiliencia del espíritu humano. Llevábamos la mitad del plato principal, cuando Ángel me reveló casi en un susurro que pronto iba a comenzar su transición de género. En sus ojos vi la determinación de su decisión, al mismo tiempo que el miedo natural por una decisión trascendental, por la reacción que pueden tener sus familiares. Vi, sobre todo, un gran deseo de encontrarse finalmente a sí mismo.
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La invitación a vivir nuestra verdad se ha convertido en un refrán popular, un llamado a ser auténticos y empoderarse, a vivir con valentía, afirmando la supremacía de la libertad y la identidad. En realidad, no es tan fácil. Llegar a vivir la propia verdad es un camino largo, doloroso. Se trata de superar condicionamientos socioculturales y religiosos que no solo nos rodean, sino que hemos interiorizado condenándonos a vivir desde un yo falso y condicionado. Vivir nuestra verdad, por lo tanto, requiere el doloroso camino del autoconocimiento para descubrir y reconectarnos con nuestra esencia que queda sepultada bajo los escombros de los traumas emocionales. Se trata de un camino que se vuelve más fluido cuando lo hacemos acompañados por amigos sinceros y buenos profesionales del desarrollo personal y espiritual.
Sin embargo, es un camino posible debido a que en el interior de cada uno de nosotros existe un punto sensible y tierno, indestructible. Se trata de nuestra esencia y de nuestro yo interior y auténtico que ningún trauma puede violar. Por lo tanto, si hacemos el trabajo, los dolores y los traumas de la vida pueden ser invitaciones extraordinarias de transformación y trascendencia. Nuestra transición es el regalo más bonito que podemos hacernos a nosotros mismos y a la humanidad.
Para algunos, este retorno a la esencia también se manifiesta en la decisión de cambiar de género, como es el caso de Ángel o del actor trans Elliot Page. El intérprete de Juno, papel por el cual fue nominado al Óscar, publicó recientemente su conmovedor libro Pageboy. En sus memorias comparte su camino de liberación mientras navegaba las críticas, el rechazo de la familia y los abusos que vivió en la industria del cine. Su libro no se centra únicamente en qué significa ser trans, sino también en qué significa ser humano. Volvernos humanos: ¿no es eso de lo que se trata? Como señaló Jamie Lee Curtis, comentando el libro de Page: “El surgimiento de nuestro verdadero ser es todo el trabajo de nuestra vida”. Es la transición a la que todos estamos invitados.
