Un fantasma se atraviesa en los esfuerzos para clarificar de quién es la tierra en Colombia e impide su solución. Es la ficción de que existen baldíos para colonizar, tierras públicas al alcance de quien las ocupe para producir, que adquiere la expectativa de adjudicación si cumple los requisitos previstos en la ley y demuestra su uso productivo. La ley consagra la eterna promesa ilusoria de volver a los campesinos dueños de la tierra a condición de que deforesten las selvas y siembren pastos para ganadería, en territorios sin infraestructura, salud, agua potable, justicia ni seguridad. Como el Gobierno no llega a tiempo...
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