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La pasión de Uribe por humillar a Santos y las Farc

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Alejandro Reyes Posada
08 de octubre de 2016 - 03:06 a. m.
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Conducidas por Uribe como comandante de cada batallón, saltando la cadena de mando, las fuerzas armadas obligaron al repliegue de las Farc hacia sus retaguardias, con un doble costo para la población, el aumento de las violaciones graves de derechos humanos por la fuerza pública, hasta el horror de los falsos positivos, y el aumento del terror de las mismas Farc sobre la gente que vivía en sus regiones de dominio, para purgar a los desleales y sospechosos de informar al enemigo.

Por eso las víctimas de la guerra votaron mayoritariamente por el Sí y los partidarios de un mejor acuerdo, de vencedores sobre vencidos, votaron por el No. Ellos prefieren arriesgarse a la continuación de la guerra con tal de conseguir un acuerdo ideal de rendición.

Las declaraciones triunfalistas del gerente de la campaña por el No, Vélez Uribe, revelan la verdad de la estrategia de Uribe Vélez de no discutir con el texto de los acuerdos, sino meter miedo e indignación en los electores porque Santos se atrevió a negociar a espaldas de sus tres huevitos. Lograron que mucha gente estuviera verraca con Santos por entregar a Colombia al despeñadero de Venezuela, por querer atentar contra la familia con la ideología de género, por pretender reducir los subsidios y pensiones, por querer cobrar impuestos a los negocios de las iglesias cristianas de garaje y hasta por regular los fletes de los camioneros o los servicios de Uber.

Durante casi cuatro años el país presenció el debate político suscitado por cada uno de los puntos de negociación, incluso con participaciones organizadas en foros públicos donde todos pudieron formular propuestas y objeciones. El uribismo brilló por su ausencia en los debates, porque Uribe se concentró en atacar la propaganda electoral de las Farc, emitida cada mañana desde La Habana, y no los acuerdos alcanzados en la mesa de conversaciones.

Eso revela también que la lucha de Uribe no busca impedir el final de las Farc como guerrilla, sino impedir su transformación en un movimiento populista de izquierda, que anticiparía un destino político como el del chavismo para destruir a Colombia. Para lograrlo, él está dispuesto a usar todos los recursos propios del populismo de derecha, como la tergiversación y la mentira, aunque su primer esfuerzo será descabezar a las Farc con la reclusión del Secretariado en la misma renegociación de paz, si las Farc aceptan suicidarse como partido sin líderes. Ese recurso equivale al que usó Ordóñez para eliminar los derechos políticos de sus rivales para sacarlos de la competencia electoral en la que pretende ser candidato para salvar los valores cristianos del país de los ateos y homosexuales. Si las Farc aceptan descabezarse, nadie podrá atajar su desbandada hacia el Eln y las bandas criminales, y sus combatientes perderán la oportunidad de reconciliarse con la sociedad.

El precario triunfo del No ha hecho despertar a amplios sectores jóvenes para rodear el proceso de paz y el cese al fuego bilateral y definitivo, que se dieron cuenta de lo que está en juego para el futuro de sus vidas, y la etapa que sigue debe ampliar la coalición entre los partidarios del Sí con aquellos del No que se nieguen a alimentar la pasión de Uribe por humillar al premio Nobel Juan Manuel Santos y a las Farc, que parece ser su más íntimo anhelo.

alejandroreyesposada.wordpress.com

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