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Los peligros de una paz improvisada y mal conducida

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Alejandro Reyes Posada
21 de febrero de 2023 - 02:05 a. m.
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Es utópico creer que con negociaciones o sometimientos se puedan desactivar las estructuras armadas que ejercen dominios territoriales y capturan rentas de violencia, sin una vigorosa estrategia de seguridad que actualmente no aparece por ningún lado. Al contrario, al descabezar una buena parte de la cúpula de seguridad con el retiro de 50 generales y la promoción de coroneles sin la preparación y experiencia necesarias, se puso freno a la recuperación del control territorial por el Estado y se dejó el camino libre a los negocios criminales.

Las empresas del crimen rentable, desde el narcotráfico hasta la extorsión, tienen una estructura piramidal en la cual está asegurado el relevo de los que caen o renuncian al crimen, con nuevos aspirantes a capos que esperan en la línea de sucesión. Si la mejor negociación de paz que ha habido en Colombia, que logró la desmovilización de las Farc, dejó por fuera a las disidencias de Gentil Duarte e Iván Márquez, qué se puede esperar en la situación de hoy, cuando hay más de 50 organizaciones con control territorial, cuyos miembros aspiran a volverse capos cuando sus jefes renuncien o sean capturados.

Las negociaciones voluntaristas, como recordó Armando Borrero, han fracasado en el país, mientras las negociaciones institucionales han sido exitosas, como ocurrió con el M-19, el Epl, la Corriente de Renovación y las Farc. Es altamente probable que fracase la negociación con el Eln, guerrilla altamente ideológica a la que le interesa el diálogo pero no la paz, y que el sometimiento del Clan del Golfo y las demás bandas criminales solo sea un relevo de liderazgos internos, sin que disminuyan sus dominios territoriales ni sus negocios extorsivos.

En el campo de la seguridad se han acumulado los errores graves del Gobierno. Se paralizó la iniciativa militar, cuyos oficiales se encuentran en una virtual huelga de brazos caídos por el desconcierto de los acuerdos de cese al fuego con unas organizaciones y no con otras. Se nombró a un oscuro miembro del M-19, Manuel Alberto Casanova, como director nacional de Inteligencia, con el resultado de que todas las centrales de inteligencia internas e internacionales que apoyaban la inteligencia estratégica dejaron de aportar información importante. El ministro Iván Velásquez, que hizo su carrera como fiscal de la parapolítica y adalid contra la corrupción en Guatemala por cuenta de las Naciones Unidas, no ha asumido el mando de la seguridad y está desconectado de la cúpula de las Fuerzas Armadas. El comisionado de Paz, Danilo Rueda, se dio el lujo de echar por la borda toda la institucionalidad de la oficina, tan difícilmente construida durante las negociaciones anteriores, para ser reemplazada por inexpertos improvisados.

Mientras la negociación con las Farc tuvo una cuidadosa preparación de dos años, con cursos acelerados sobre negociación de conflictos, Danilo Rueda pretende hacer cinco o seis negociaciones simultáneas sin preparación adecuada de los negociadores, que parecen estar siendo reemplazados por los abogados de los mafiosos para que les perdonen su pasado criminal al ser ungidos como voceros de paz.

Si se mira un poco la historia, no hay períodos más peligrosos y violentos que los intentos de paz, pues todos los armados quieren exhibir sus credenciales antes de la entrega de armas para mejorar sus posiciones y acopiar los recursos para su retiro del negocio.

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