La socia Mandé Norte

Alfredo Molano Bravo
25 de enero de 2009 - 03:00 a. m.

HACE UN TIEMPO, NO MUCHO, CHOcó era una tierra desconocida habitada por negros, donde llovía a cántaros y donde se explotaba el platino.

Después se fue sabiendo que además del platino, las empresas extranjeras explotaban el oro del San Juan y la caoba del Atrato; que además de negros, había indígenas, y que la lluvia, madre de la selva, no dejaba hacer ganaderías. Chocó es el único departamento que tiene dos mares; el único pedazo de nuestra geografía  que limita con Panamá, un pueblo hermano que les tiene miedo a los colombianos y por eso no ve con simpatía la construcción de la autopista que proyecta Uribe a través del llamado Tapón del Darién, territorio paramilitar.  Limita también con Antioquia, un departamento que lo ha tratado como su colonia. Los paisas son los dueños del comercio local, del transporte y, por supuesto, los socios de cuanto proyecto de desarrollo entendido a su manera avanza en esa tierra, hoy estudiada centímetro a centímetro desde los satélites y dominada aún por el poder de las Auc.

 Uno de los planes más avasalladores, depredadores y arbitrarios que se mueven en Chocó es el llamado Proyecto Minero Mandé Norte, situado entre Carmen del Darién, Chocó, y Murindó, Antioquia. Desde los años 70 grandes compañías, con la venia de Ingeominas, han merodeado la zona catando metales preciosos. Ya seguros de la existencia de grandes depósitos de oro, de cobre y de un mineral poco nombrado, molibdeno, el gobierno de  Uribe  ha otorgado a la Muriel Mining Co. todas las concesiones posibles e imposibles para que hagan y deshagan sobre un territorio de 160 km2, aproximadamente 16.000 hectáreas. La cosa habría pasado inadvertida si no fuera porque esa superficie coincide con los territorios colectivos de las comunidades negras de Jiguamiandó y con los resguardos indígenas de Urada-Jiguamiandó y Murindó del pueblo embera-catío.

Mediante manejos fraudulentos, la compañía hace pasar como legal una supuesta consulta previa obligatoria en el país de acuerdo con el Convenio 169 de la OIT, aprobado por Ley 21 del 91 y a las sentencias de la Corte Constitucional SU-039 del 97 y SU-510 del 98. El fraude consiste, según los Cabildos y los Consejos Mayores, en que muchos indígenas son invitados a un taller en el cual,  subrepticiamente, se les hace firmar un recibido de gastos en refrigerio, transporte y alojamiento y luego aparecen esas firmas en un documento autorizando a la Muriel Mining y Co., domiciliada en Colorado, USA, y con sucursal en Medellín desde cuando Uribe fue gobernador de Antioquia, a desarrollar los trabajos necesarios para la exploración minera. Los indígenas agregan que una consulta previa debe ser antecedida por  suficiente información del proyecto, un debate sobre su alcance y una consulta interna libre y legítima, según sus propias normas.

Sobre la base de ese fraude, la Muriel ha entrado “a las buenas o a las malas”, como les ha hecho saber a los indígenas— en su territorio el pasado 30 de diciembre, acompañado de un pelotón del Ejército de las tenebrosas Brigadas Cuarta (Medellín) y decimoséptima (Carepa). Los jaibanas han movilizado su gente, unos 700 indígenas, al cerro Careperro Usa-Kirandarra en lengua nativa, y lugar ceremonial con miras a paralizar la construcción de campamentos y las perforaciones del subsuelo de 300 y 400 metros. La consulta hecha por la Muriel ha sido avalada por el Ministerio del Interior, no así por la Defensoría del Pueblo. Más aun, la empresa no ha presentado un estudio de impacto ambiental de sus acciones ni el Ministerio de Medio Ambiente la ha exigido, alegando que para la explotación no se requiere, como si derribar selva, abrir trochas, hacer excavaciones y perforaciones y construir campamentos, calcula como si no fueran destrozos que merecen regulaciones y reparaciones. ¿Acaso son acciones hechas en el mismo aire por donde llegan las tropas aerotransportadas con los geólogos de la empresa y del Gobierno?

El problema queda planteado. Los embera-catío harán una gran reunión el 23 de febrero para protestar ante el país y la comunidad internacional contra los atropellos cometidos por la socia del gobierno Uribe Compañía Muriel, asociada a la Rio Tinto Mining and Exploration Ltda.; sólo falta que por ahí aparezca Don Mario el fugitivo, socio del Señor del Vino, hermano del Ministro del Interior para que la sangre corra y se acuse a los dirigentes afros, cabildos y jaibanas de ser socios de las guerrillas.

Nota: Terminó con una novillada y una corrida de rejones el preámbulo de la temporada grande en la Santamaría. Salvo un par de excepciones, el ganado fue bueno y algún toro sobresaliente. Pasó lo mismo con los novilleros: Solanilla pinta para irse arriba; a Mas y a Blanco les falta un hervor. Los rejoneadores mostraron lo que son: alegre y templado Álvaro Montes; profundo y valiente el joven Moura, y muy colombiano Piraquive, parecía odiar a los toros. Si el tiempo ayuda, veremos una gran corrida hoy.

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