Argos, una de las cementeras más grandes de Estados Unidos, la más poderosa de Latinoamérica y el Caribe, la generosa compañía que compensa con teca sus daños ambientales, la que financia torneos de microfútbol para incentivar el deporte, la que subvenciona publicaciones de altísima calidad para promover la educación ambiental, la que con su pauta hace posible que haya periodismo en Colombia y apoya desinteresadamente a escritores e intelectuales, acaba de recibir una nueva condena por despojo de tierras en los Montes de María.
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Es la condena número 20 que reciben en la región, adonde llegaron cuando las trincheras paramilitares aún tenían las brasas calientes y humeantes. Eso sí, lo hicieron, como otros empresarios, acudiendo al llamado del entonces presidente Uribe, que le pidió al curubito antioqueño invertir en esta región, golpeada por 70 masacres registradas en la zona entre 1996 y el 2000, según el Centro Nacional de Memoria Histórica.
Fue así como decidieron comprar unas tierras que, de paso, tenían alguna ventaja estratégica, pues conectan los Montes de María con el golfo de Morrosquillo. Es el caso de las casi 500 hectáreas que Argos adquirió en el corregimiento de Palmira, del municipio de San Onofre, en Sucre. En 2004, las tierras de este rincón, en su mayoría, estaban abandonadas por la confrontación entre los paramilitares de Cadena y el Frente 37 de las FARC, que comandaba Martín Caballero.
La confrontación entre paras y guerrilla hizo que en enero del 2003 los habitantes de este corregimiento se desplazaran. El terror se desató con el asesinato de Atilano Antonio Escudero Ortiz, uno de los herederos de estas tierras, a manos de paramilitares, el 14 de febrero del 2003. En este contexto, los otros herederos de Teófilo Martínez y Juana Escudero, los propietarios originarios, abandonaron la tierra. La situación para ellos empezó a cambiar después del llamado de Uribe, que se selló con un Conpes. A principios de 2004 apareció en escena Valentín Vieira Fernández, quien se presentó como representante legal de la Reforestadora del Caribe, hoy conocida como Tekia, filial de la cementera Argos.
Vieira Fernández se movió como pez en el agua con la ayuda de Teófilo Martínez Escudero, uno de los herederos de la tierra, quien sirvió para hacer el puente con sus hermanos y vecinos, en algunos casos como apoderado, en otros como un comprador intermedio. Teófilo, en representación de 17 propietarios, firmó una promesa de compraventa el 22 de marzo de 2004. El comprador fue Vieira Fernández, quien pagó $1’275.000 por hectárea. Hoy, una hectárea en esa zona cuesta $22 millones.
La última sentencia recoge los testimonios de las 14 familias que se acreditaron como víctimas, quienes argumentaron que vendieron por miedo a lo que habían vivido en sus predios. También narraron que, a pesar de que muchos negocios se materializaron en el 2005, fue desde 2004 cuando iniciaron las negociaciones con Vieira Fernández, quien se valió de Teófilo Martínez Escudero, quien, además de ser veterinario, tenía actividades políticas y comunitarias que le permitieron acceder a los propietarios.
Este miércoles se notificó la sentencia del 30 de agosto del Tribunal de Tierras de Cartagena que sostiene que Argos no realizó todas las diligencias pertinentes para verificar que las 490 hectáreas que compró no estaban afectadas por situaciones previas de violencia que, además, generaron desplazamiento forzado de la población.
Por esa razón, entre otras medidas, el tribunal ordenó que el cultivo de teca con el que la compañía pretendía compensar sus daños ambientales, mediante un negocio forestal, sea administrado por la Unidad de Restitución de Tierras. De ahí podrían salir recursos de reparación a las víctimas si quedan árboles en pie, pues, dice la gente de la región, en el último tiempo se aceleró el corte de los palos de teca. Durante una década Argos ha argumentado que siempre llegaron como compradores de buena fe, de la mano del Gobierno; que todo lo hicieron por el desarrollo de la región y el país; que nunca le sacaron provecho a la guerra y que su verdadero negocio no es la tierra, es el cemento.