La degradación de un conflicto social o armado se mide, entre otras cosas, por la falta de respeto a las labores humanitarias. Un acuerdo, sellado a lo largo de la historia, que apela a la altura ética de que hasta la guerra tiene ciertas reglas. Y aunque una protesta social no es lo mismo que un conflicto armado, sí debe respetar el mismo pacto ético. En Cali, en donde cada día –o mejor decir cada noche– la cosa se pone más complicada (desde que comenzó el paro nacional, han sido asesinadas 27 personas, 14 de ellas a manos de la Policía y el Esmad y 13 por parte de sujetos sin identificar, según Indepaz), existen pruebas suficientes para advertir que se están promoviendo el ataque y la amenaza contra las vidas de los voluntarios y el personal de salud de las misiones médicas. Los mismos que se juegan la vida, sin tirar una piedra, por atender a las víctimas que dejan los choques entre manifestantes y Fuerza Pública por estos días.
Un médico voluntario que se desplazó desde otra región de Colombia hasta Cali para prestar ayuda en medio de esta crisis me contactó alarmado: “Está ocurriendo algo muy grave aquí. Algo que no he vivido en ninguna parte de Colombia, ni en el Catatumbo, ni en Arauca, ni en el Bajo Cauca, todas zonas rojas en las que he trabajado. Nunca antes había vivido que no se respetaran los emblemas de neutralidad de las misiones médicas y los voluntarios de salud. Más aún, nunca había sentido que fuera más riesgoso tener estos emblemas que no tenerlos, porque lo que está pasando en Siloé, Puerto Resistencia y Portada del Mar es que les están apuntando a los que tienen símbolos de personal de la salud”, narró con evidente angustia, advirtiendo además que en términos generales sienten apoyo de la población civil y que, a la confusión de lo que ocurre, se le suma que han identificado casos de sospechosa utilización de emblemas médicos y de la ONU.
Incluso, después de buscar canales seguros de comunicación y de expresarme el miedo que sentía por revelar esta información, me dijo: “Hay algo más grave que todo lo que le he contado y es que a las oficinas de sicariato de Cali ha llegado una orden, con tarifa de recompensa millonaria, para quienes asesinen a los que estamos prestando atención en medio de las protestas. Y esto explica todo lo que estamos viviendo, y no sólo en el grupo en el que yo he estado trabajando, sino que ha llegado a oídos de todos los voluntarios que están en el Valle del Cauca. La información fue corroborada por los mismos muchachos de las oficinas, que son los pelados que viven en donde están los puntos más duros de enfrentamiento. Uno se acercó a donde una compañera médica y le advirtió que se cuidara porque les había llegado orden de atacarlos”.
Verifiqué la información con cuatro fuentes distintas de personal de salud en Cali: “Es cierto eso de que les han puesto precio a nuestras cabezas. Como lo hizo Pablo Escobar con los policías lo están haciendo en Cali con voluntarios y personal de salud que están atendiendo a los heridos del paro. Yo tengo un escudo con emblemas de personal de salud y cada vez que lo sacaba recibía demasiados impactos, gases lacrimógenos, bombas aturdidoras y hasta un tiro lo atravesó. Eran tantos los ataques que mi trabajo se hizo más complejo, entonces decidí cambiar por un escudo sin emblemas y, efectivamente, disminuyeron los ataques”, explica un capitán de una brigada de salud de la Universidad del Valle, quien además lleva un registro de ataques por parte de la Fuerza Pública a los brigadistas. “Tenemos dos compañeros que han tenido que ser trasladados por serias amenazas de muerte por parte de civiles, hemos tenido que reubicar puntos de salud porque no paramos de recibir hostigamientos; personas de civil nos toman fotos, nos amedrentan con pistolas, los policías nos acusan de apoyar a los manifestantes. Estamos viviendo unas condiciones muy difíciles para desempeñar nuestra labor humanitaria”, cuenta otro médico que, como la mayoría de los consultados, no se atreve a señalar quiénes pueden ser los responsables y sólo atina a decir que en Cali hay un sector que se ha mostrado en contra del paro, al punto de promover colectas para que atenten contra la vida del personal de salud y los manifestantes.