Nunca les ha gustado el diálogo, pero reclaman que sus historias sean escuchadas. Nunca han querido el Acuerdo de Paz, pero terminaron embarcados en la mesa de negociación, en el tribunal de la Justicia Especial para la Paz o en la Comisión de la Verdad. Prefieren la versión oficial a tener que oír que otros cuenten sus horrores. Disfrutan de los salarios públicos y los gastos reservados, pero cuando estos se agotan se desmontan por las orejas y regresan al coro de militares y policías retirados, desde donde se atrincheran para combatir con mentiras las verdades de la guerra.
La más reciente operación de saboteo al Acuerdo de Paz...
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