Hoy llega a Colombia el secretario general de la ONU, António Guterres, para la conmemoración de los cinco años de la firma del Acuerdo Final de Paz que se firmó en el Teatro Colón el 24 de noviembre de 2016, después de pagar los costos por la derrota del plebiscito, tras el desgaste de las intensas jornadas de renegociación con el uribismo y hasta del motín que le hicieron algunos militares al presidente Santos para que excluyera la responsabilidad por cadena de mando. De estos cinco años, tres han transcurrido durante la administración de Iván Duque, quien ha tratado, soterradamente, de desestabilizar el Acuerdo para lanzarlo al hoyo, al tiempo que posa ante la comunidad internacional de decidido implementador de lo pactado. Entonces vendrá el ritual de cuentas y balance en el que los políticos se ensalzan entre sí por el sacrificio que han puesto otros.
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Hoy llega a Colombia el secretario general de la ONU, António Guterres, para la conmemoración de los cinco años de la firma del Acuerdo Final de Paz que se firmó en el Teatro Colón el 24 de noviembre de 2016, después de pagar los costos por la derrota del plebiscito, tras el desgaste de las intensas jornadas de renegociación con el uribismo y hasta del motín que le hicieron algunos militares al presidente Santos para que excluyera la responsabilidad por cadena de mando. De estos cinco años, tres han transcurrido durante la administración de Iván Duque, quien ha tratado, soterradamente, de desestabilizar el Acuerdo para lanzarlo al hoyo, al tiempo que posa ante la comunidad internacional de decidido implementador de lo pactado. Entonces vendrá el ritual de cuentas y balance en el que los políticos se ensalzan entre sí por el sacrificio que han puesto otros.
Entre los sacrificados hay militares y policías que ofrendaron sus carreras por hacer posible el Acuerdo de Paz. Hablé con varios oficiales de insignia del Ejército que me confiaron que haber apoyado el proceso de paz les costó una persecución interna, pérdida de amistades, señalamientos, amenazas y hasta problemas familiares. Hoy, ya desde el retiro, estos oficiales me pidieron la reserva de sus identidades por miedo a las represalias que puedan sufrir. “A mí lo que me da tristeza es que a los militares que hicimos las cosas bien, que trabajamos por los diálogos de paz, que no participamos de los falsos positivos ni de la corrupción, nunca nos llega un mensaje. Los políticos y la justicia sólo les hablan a los malos. No sé si seremos más los buenos o los malos, pero de que los hay, los hay”, me expresó un coronel que apoyó, entre otras, los traslados de los comandantes guerrilleros a Cuba desde la fase secreta.
“En este proceso de polarización se han olvidado de enviarnos un mensaje a los miembros de la fuerza pública que creemos en la reconciliación y en una Colombia donde quepamos todos. En ese grupo se encuentran los que aportaron su conocimiento, sacrificio y esfuerzo para lograr escenarios de diálogo. En cumplimiento de órdenes del Ministerio de Defensa y de los comandos de las Fuerzas participamos activamente, y de forma profesional, en comisiones y grupos que construyeron el punto 3 del Acuerdo, sobre el fin del conflicto y las garantías de seguridad. También los uniformados que respetaron e hicieron cumplir el cese al fuego incluso cuando se perdió el plebiscito. En ese momento los guerrilleros ya iban para los puntos de concentración, nos los encontramos cara a cara, sin claridad en las reglas de juego, y tuvimos que proteger el Acuerdo de Paz. También los soldados y policías desplegados desde la UNIPEP y el comando estratégico de las FF. MM., quienes acompañaron a la ONU en su misión de verificación. Como estos militares hay muchos que hoy sufren la frustración por la falta de implementación de lo acordado. Saben que se está perdiendo la oportunidad de la paz”, afirma este exoficial que dejó su carrera cansado de los hostigamientos y las presiones de sus superiores por ser un convencido de la necesidad de la paz, la cual sirvió, según él, hasta para crear bandos artificiales al interior de las fuerzas, cuando lo que los enfrentaba era la corrupción.
Otro caso es el de un oficial a quien el proceso de paz lo cogió en su último año para el ascenso a coronel, el “generalato de los pobres”, como lo define este hombre que estuvo 25 años en el Ejército. Asegura que llegó a la mesa de negociación por orden de sus superiores. “Mi problema empezó en uno de los momentos más difíciles del proceso, después de que las Farc asesinaron a unos soldados en Buenos Aires (Cauca). En ese momento la mesa entró en crisis, el país cayó en el pesimismo y se me ordenó realizar una actividad que enviara un mensaje de esperanza. Lo hice, la cosa salió muy bien y fue uno de los primeros episodios en que se vio a militares y guerrilleros trabajando juntos en una acción humanitaria”, narra.
El problema le vino porque un medio publicó una foto en la que aparecía junto a un comandante de las Farc. “Por esto, me hicieron un llamado de atención por escrito que casi me cuesta el ascenso. Un general me dijo que había mancillado el honor militar, que era profariano, que estaba desmoralizando la tropa. En redes me empezaron a llegar amenazas y viví una persecución tan tenaz que, a pesar de tener una carrera sin tachas y con futuro, sólo me alcanzó el ánimo para dar la pelea para que me ascendieran a coronel y en seguida pedir la baja. Incluso me fui con la amenaza de que si contaba lo que había pasado se la iban a cobrar a una persona muy cercana a mí que sigue en el Ejército”, expresó este oficial, quien además contó que todos los coroneles que hicieron parte de la mesa para el fin del conflicto fueron retirados y que este proceso de paz se pagó con las carreras de brillantes oficiales, desde generales hasta capitanes, que sólo por haber creído en el fin de la guerra y cumplido órdenes sufrieron una persecución y les truncaron sus carreras.