La opinión pública en Colombia vive de indignación en indignación, como saltando de piedra en piedra en un potente río, como si se alimentara de la cosecha de temporada. Un día lloramos los muertos del Baudó y al otro estamos en los de Buenaventura; de allí nos vamos para el sepelio de los masacrados en Cauca y luego a los menores bombardeados en Guaviare. Y así se nos pasa la historia rindiéndole culto a la muerte sin reflexión alguna. Después de enterrados olvidamos los nombres de los muertos y el origen de la violencia. Un método eficaz para que todo siga igual.
Hace un mes, el país amaneció escandalizado porque Tumaco registró 11 homicidios en un fin de semana. En agosto del año pasado el luto corrió por cuenta del asesinato de seis personas y la desaparición de una menor en La Guayacana, área rural de la llamada Perla del Pacífico. En octubre de 2017, en el consejo comunitario Alto Mira y Frontera, vereda El Tandil, también en Tumaco, una operación de erradicación forzada se convirtió en una masacre de siete campesinos cometida por la Policía.
Con cada hecho de sangre el país ha recordado la existencia de Tumaco, y vienen el llanto, los rezos, los velorios y los entierros, pero nada cambia. Los “empresarios” siguen sacándole la plata a la tierra, ya sea en oro, como lo hicieron durante toda la Colonia a punta de esclavizados, ya sea con su palma aceitera, con la que llenaron la selva en las tierras que les arrancaron a los consejos comunitarios bien con engañifas o a punta de masacres. Y ahora, con cada sepelio televisado, vuelve el numerito en que “el país” se pregunta por qué tanta violencia en este puerto.
La respuesta también es la de siempre: porque la pobreza es lo único universal aquí, y como lo que hay es abandono y coca, pues en esas márgenes habita. Y en ese caldo de cultivo pelecharon el Eln y las Farc, los paramilitares y ahora todos sus sucesores. Cuando se firmó el Acuerdo de Paz con la guerrilla de las Farc, el Estado prometió convertir estas costas en la capital del posconflicto, para lo que, en su retorcida lógica, le metió la “pendejadita” de 12.000 hombres de pie de fuerza, es decir, un nuevo actor armado que entró a vivir de las 20.000 hectáreas de coca sembradas.
Porque de la coca viven todos los que tengan fusil y pistolas. Con el agravante de que hoy hay seis grupos armados -incluida la fuerza pública- y la disputa por el negocio se viene agudizando día a día, con breves paréntesis mientras pasa el show que simula que le duelen los muertos. Los muertos del 20 y el 21 de febrero son producto de esa riña entre las dos disidencias, la de Gentil Duarte y la de Iván Márquez, quienes se están disputando la lealtad de las bandolas. Cinco de los 11 muertos se presentaron en Puerto Rico, una región fronteriza con Ecuador y sobre el río Mataje.
La gente dice que los muertos fueron ocho, pero que a tres los recogieron sus familias para enterrarlos sin el riesgo de que se desaparecieran los cuerpos, y que la masacre ocurrió en el momento en que jugaban un partido de fútbol. Hasta allí llegaron hombres de Los Contadores, que actúan en articulación con el Comando Coordinador de Occidente (el primer bloque constituido por la disidencia de Gentil Duarte). Los otros muertos fueron tres que aparecieron entre Villarrica y el río Cuanapí, y tres más hallados en Llorente. Estas muertes llamaron un poco la atención de las autoridades y entonces los jefes de estas estructuras revivieron el viejo pacto del fusil que se había roto en diciembre, pero sólo en el área urbana. La fuerza pública ahora saca pecho diciendo que van 30 días sin muertes en Tumaco, ganándose indulgencias con padrenuestros ajenos, desconociendo que el año pasado se registraron 202 homicidios y que solo en enero de 2021 en el puerto asesinaron a 29 personas. Es decir que la guerra sigue viva, con una preocupación adicional: para junio se proyecta la apertura de la carretera Tumaco-Esmeraldas, y la gente teme que, si así está la cosa sin carretera, cómo será cuando la abran. Mientras tanto, la gente dice que sólo cuando haya otra masacre el país volverá a acordarse de Tumaco.