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Dos recientes comunicados del presidente Uribe contribuyen a dilucidar su compleja personalidad y sus recursos para tramitar sus contradicciones o a quienes de alguna manera contradicen su voluntad.
El primero, su reacción ante el video en el que el Polo lo mostró en compañía de un reconocido vocero de las autodefensas del sur de Bolívar. El Presidente ripostó afirmando que toda su primera campaña presidencial había sido pública, que durante su gobierno se liquidó el paramilitarismo y que en cambio algunos miembros del Polo mantienen relaciones clandestinas con las Farc.
Si hay algo que resalta en el comunicado es la ya reconocida intemperancia presidencial, que lo lleva a unas posiciones de intolerancia y de repudio al debate político. En efecto, si se miran sus tres argumentos en detalle, se encuentra, primero, una obviedad: es claro que sus actos públicos eran públicos; segundo, aunque es justo decir que Uribe ha combatido al paramilitarismo, también se debe reconocer que éste no ha sido liquidado, como lo atestigua la presencia de las varias Águilas Negras y las Ong (que no se pueden confundir con las otras ONG a las que tanto ha combatido Uribe). El solo hecho de cambiarles el nombre y llamarlas Bacrim no cambia radicalmente su carácter. Tercero, afirmar que miembros del Polo tienen relaciones con la subversión, sin aportar evidencias, puede bordear la calumnia.
Y no es la primera vez que esto ocurre: hace poco tiempo Uribe acusó a un periodista de ser autor clandestino del libro de Virginia Vallejo, en el que se hacen afirmaciones sobre unas supuestas y poco edificantes relaciones del Presidente con Pablo Escobar. Y a pesar de que el periodista negara los cargos, pidiera pruebas de la acusación y se viera obligado a salir del país, nadie ha oído una rectificación presidencial. Esto se acerca también a la calumnia, y es en todo caso una exhibición de arbitrariedad.
El segundo comunicado es también revelador de los recursos presidenciales. Es claro y legítimo que Uribe se moleste con la verborragia y los excesos histriónicos de Chávez, y que lo irrite que su colega venezolano busque informaciones sobre secuestrados con militares colombianos, pero al mismo tiempo es preciso reconocer, así sea en virtud de la aceptación de la buena fe de Chávez, que éste estaba mediando seriamente con las Farc para lograr el intercambio humanitario. Ya había dado muestras de su buena voluntad, igual que Piedad Córdoba, de modo que cortarlos es un acto de intemperancia que podría ser resuelto positivamente con un simple llamado de atención.
A no ser que, como lo informa El Tiempo, Uribe le pidiera a Chávez que no hablara con los generales "porque se me vuelven chavistas". Si esto es así, entonces la cosa es mucho más seria: a pesar de que puede sonar como una broma, la solicitud se presta para elucubraciones: ¿será que Uribe no tiene plena confianza en sus generales? Entonces, ¿de qué le sirve el autoritarismo?
El primer saldo del primer comunicado es que de nuevo refleja la personalidad autocrática del Presidente. Y un hombre que, al decir de su asesor de cabecera es "una inteligencia superior", podría dar alguna muestra de tolerancia con sus inferiores. El segundo es que la condición presidencial debería servir para educar a la población en el ejercicio de la democracia.
El segundo comunicado es mucho más grave, porque la intemperancia ha sido más fuerte que el deseo, manifestado en más de una ocasión, de lograr el intercambio humanitario. En esto Uribe ha mostrado un carácter muy parecido al de las Farc: éste consiste en que sólo puede aceptar las gestiones que surjan de su propia iniciativa, y que le reporten ganancias políticas. Así han procedido históricamente las Farc, y así procede Uribe. Ojalá no se parezcan en nada más.
