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EN ESTAS DOS ÚLTIMAS SEMANAS han acontecido tres importantes eventos para la historia del país y las incontables víctimas de la violencia que durante los últimos años han sido afectadas por la sevicia y crueldad con que se han cometido atroces masacres.
El primero es la presentación ante el Congreso que el presidente Santos ha hecho del proyecto de ley de víctimas. El hecho de que él mismo haya acudido a presentar el proyecto, y sus palabras en ese acto, demuestran un saludable giro en la política estatal al respecto. Luego de que en una ocasión anterior el gobierno de Uribe se hubiera opuesto con un argumento ideológico consistente en negar la reparación a las víctimas de agentes del Estado, como si nunca en el país hubiera habido casos de comprobada responsabilidad de tales agentes, ahora vemos una actitud diferente, mucho más democrática, justa y aleccionadora. Esperemos que no naufrague por las actitudes que los sectores más reaccionarios del Congreso sin duda presentarán.
El segundo evento ha sido la celebración de la Semana por la Memoria, en el que la Comisión de Memoria Histórica de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación ha entregado sendos informes sobre las masacres de Bojayá, en las que las Farc lanzaron una pipeta de gas llena de metralla en la iglesia del poblado y mataron a más de setenta inocentes pobladores. Hombres, mujeres y niños fueron las víctimas. La CMH entregó también el informe sobre la masacre de Bahía Portete, en la que paramilitares asesinaron a seis mujeres inocentes, profanaron su cementerio y produjeron un desplazamiento masivo de los dueños originales de las tierras, que han sido pobladas por invasores apoyados por los ‘paras’ que aún hoy andan libres en la región. El tercer informe examina las luchas por la tierra en Córdoba y Cesar, las acciones criminales de los terratenientes apoyados por la Fuerza Pública, y la resistencia histórica de los centenares de campesinos de la región.
Este último informe es una pieza excelente para entender, a partir de testimonios y documentos de primera mano, la historia del movimiento social más importante de la segunda mitad del siglo pasado. Es la historia de la resistencia campesina en su lucha por la tierra frente a la ignominia que representó la acción de los terratenientes que así pudieron consolidar sus haciendas ganaderas mediante el desecado de ciénagas y playones, la evicción de pobladores originales y el uso de la Fuerza Pública para apuntalar sus propiedades. No se puede olvidar que Córdoba ha sido uno de los casos más emblemáticos de la acción de los paramilitares, y que éstos son los directos responsables de masacres cuyos beneficiarios, al fin y al cabo, han sido los terratenientes ganaderos de la región.
El tercer evento ha sido el estreno de la obra de teatro El deber de Fenster, en la que Humberto Dorado, Nicolás Montero y Laura Villegas reconstruyen la masacre de 1988 en Trujillo, en el Valle del Cauca. Un muy buen montaje, y una impecable actuación de Jairo Camargo y Daniel Castaño sirven para recordar una de las más espeluznantes masacres de nuestra historia (más de 340 muertos).
Estos eventos nos dan la oportunidad de revivir ignominias, al tiempo que nos dan la oportunidad de, una vez más, rendir homenaje a las víctimas y desear su verdadera reparación.
