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UNA DE LAS REALIZACIONES MÁS importantes, y frustrantes, de Orlando Fals Borda fue su propuesta de un nuevo ordenamiento territorial. Su trabajo en la Constituyente se concentró en buscar criterios sólidos para proponer una mejor organización del territorio, más acorde con realidades históricas, culturales y sociales.
Así fue clave en la discusión del Título XI y en particular los artículos 287 a 290, en los que se consagran principios asociados con el tema. Una vez promulgada la Constitución, Fals fue el Secretario General de la Comisión de Ordenamiento Territorial, de donde debería salir la ley respectiva, que aún duerme el sueño de los justos.
Al tiempo con su trabajo en la comisión, Fals se dedicó a divulgar sus propuestas, y como resultado escribió dos libros en los que plantea sus principios de ordenamiento. Ellos son Región e historia. Elementos sobre ordenamiento y equilibrio regional en Colombia (1996), y Acción y espacio. Autonomías en la nueva república (2000). En ellos resaltaba el carácter democrático de la propuesta: No se trataba sólo de rediseñar líneas de separación y reagrupación territorial: la base estaba en el desarrollo de la autonomía regional, el control ciudadano del poder y una amplia inclusión y participación popular en las decisiones. No contento con esto, dedicó un enorme esfuerzo a debatir con colegas, discípulos, políticos y masas populares sobre las ventajas de darle una nueva fisonomía al país.
En algunos de esos debates salieron a relucir algunos argumentos a los que debería enfrentar la iniciativa: el primero, que es necesario reconocer que el actual ordenamiento territorial tiene, además del componente histórico, una nueva variante: la presencia de ejércitos privados que han construido un ordenamiento ad hoc a partir del dominio violento, la imposición brutal de intereses, el despojo y el destierro. Aunque las líneas delimitantes no son jurídicas ni reconocidas formalmente, sí lo son en la práctica: el narcotráfico, venga el caso, ha construido un nuevo ordenamiento territorial.
El segundo: una propuesta de modificación de los actuales linderos departamentales y municipales podría convertirse en una nueva fuente de violencia, adicionada a la ya elevada conflictividad regional, señalada por el mismo Fals. La evidencia de este riesgo la vivió Orlando en dos ocasiones: la primera, con ocasión del lanzamiento de Región en historia, cuando un ex presidente de la República le comentó que cualquier intento de convertir a Urabá en una región autónoma de Antioquia podría suscitar una reacción violenta de los antioqueños. Poco tiempo después, en acto en la Universidad del Valle, el rector de esa institución le dijo en público que los vallecaucanos no se desprenderían jamás por las buenas de su porción territorial del Pacífico.
Ambos, antioqueños y vallecaucanos, no permitirían que esas dos regiones, a las cuales tradicionalmente han dominado y mantenido en el abandono, pero que les ha producido enormes ganancias, dejaran de pertenecerles. No importa mucho, en efecto, que culturalmente Urabá no sea Antioquia, o que el Pacífico sur no sea el Valle del Cauca: son periferias necesarias para la acumulación y extracción de recursos que benefician a los centros regionales y que las dejan en la miseria.
El programa de ordenamiento, por lo demás, ha encontrado toda clase de trabas en el Congreso. Aunque ha habido desarrollos en los últimos años (ver el trabajo de Ángel Massiris Cabezas, “Ordenamiento territorial: experiencias internacionales y desarrollos conceptuales y legales realizados en Colombia”), (en http://www.lablaa.org/blaaavirtual/georgrafia/orden/6htm), lo cierto es que no se ha producido una verdadera ley de ordenamiento territorial acorde con los parámetros planteados por Fals Borda: las resistencias no provienen exclusivamente de los vallunos o los antioqueños, sino de los caciques regionales, quienes siempre han temido que el reordenamiento se traduzca en una pérdida de sus poderes locales y por ende las posibilidades de ejercer el clientelismo y la corrupción a sus anchas.
El pobre Orlando se debe revolver en su tumba al ver a caciques de ese corte organizando un referendo para lograr la reelección presidencial.
