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Hay obras literarias que, más allá de contar una historia, son una búsqueda de estilo para expresar mejor, de la forma más clara y rotunda, aquellos misterios que nos habitan y no permiten otra posibilidad de ser compartidos más que en una novela.
Esta búsqueda de estilo es una aventura que los lectores vamos siguiendo paso a paso, cuando una autora o un autor, de una manera misteriosa, logran encontrar en nosotros al que estaban esperando. Alguien que lea desde las entrañas, descifrando claves o encontrando puertas no abiertas ni conocidas.
La obra de Pilar Quintana (desde Cosquillas en la lengua, 2003, hasta Noche negra, 2025) ha ido hallando una manera muy particular de encontrarse consigo misma y con sus lectores. Porque cualquier persona que la lea una vez no va a poder (ni va a querer) dejar de hacerlo.
Entre su primera y su más reciente novela hay un viaje más hondo hacia el interior de los personajes. Abismal. Como si la única manera de buscar la claridad fuera sumergiéndose en la oscuridad. En esa “noche oscura del alma”, como la llamó San Juan de la Cruz.
En Noche negra, escrita con morosidad y detallismo extremo, como si para comprenderlo tuviese todo que ser descrito con la precisión de un relojero y un ingeniero, lo más importante, lo fundamental, es lo que no se cuenta. Lo que vamos descubriendo conforme vamos leyendo esta historia que transcurre, supuestamente, en tres días y 263 páginas, donde asistimos a la llegada de la noche más oscura, en medio de la selva, cuando las historias que estamos viviendo se encuentran con las que ya vivimos. Y descubrimos que pueden ser la misma: “una sospecha sin nombre que se esparce como una mancha de tinta en una hoja de papel antes pulcra”.
Esa “noche negra” va llegando, cargada de presagios e inquietudes, para enseñarnos “el silencio detrás de todos los ruidos”. Un silencio que sólo descubriremos si somos capaces de seguir los rastros que han dejado los pasos y los machetes en nuestro camino.
Creo que esta novela de Pilar Quintana es (una vez más) la ratificación de su potencia y fuerza como escritora, una exploración de los misterios del alma, del miedo y el “rencor que le crecía por dentro mientras le alimentaba su cerebro”.
Vale la pena hundirse en ella y dejar que las voces del pasado, de nuestros muertos y de los enmontados iluminen y hablen de aquellos miedos que nos sobrecogen y habitan como si fueran una araña, un murciélago, que muchas veces no nos dejan respirar.
Es esta una novela para leer varias veces a lo largo de la vida. Porque el mundo es, también, “aterrador, como tomado por fuerzas ocultas”.
