Gustavo Petro abortó su intentó inicial de gabinete plural porque los funcionarios no recibieron apoyo de los partidos. Sostuvo que rompió la coalición y retiró a los funcionarios porque los partidos querían los puestos, pero no apoyar cambios.
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Parece estar haciendo un segundo intento con la designación de Juan Fernando Cristo para que consiga acuerdos con partidos políticos y sectores del establecimiento económico. Cristo viene a sacar adelante reformas más pragmáticas en el Congreso y a intentar reducir la extrema polarización política.
Muchos desconfían de este segundo intento de Petro porque creen que no hay verdadera voluntad de paz política del presidente. Como en casi toda negociación, la voluntad se construye, pocos llegan “entregados” a la mesa. A todo gobierno le interesa llegar a acuerdos que viabilicen sus políticas, y a toda oposición le interesa bloquearlas para tratar de imponer las suyas en un próximo gobierno. Los intentos del primero tienden a fracasar cuando son maximalistas, y los de los segundos cuando son irresponsables, porque la ciudadanía espera que el sistema político se ponga de acuerdo para cumplirle.
Les conviene a ambas partes aprovechar esta nueva oportunidad de ponerse de acuerdo, porque estos dos años de polarización cerrera solo han demostrado que el país realmente necesita cambios, que la economía y la seguridad están deteriorándose a niveles preocupantes, y que apostarle todo a la próxima elección no parece estarle funcionando a la oposición.
Aunque Petro no ha logrado generar confianza suficiente en el cambio como el verdadero agente de progreso, la gente sigue queriendo cambios porque sufre diariamente los rigores de una sociedad profundamente injusta. El intento de reforma a la salud demostró que la gente desconfía de los cambios totales, pero la pensional que acepta correctivos de fondo a los sistemas. La oposición aprendió que no es posible bloquear completamente a un gobierno, y este, que solo los cambios institucionales son sustentables. El Gobierno que transa produce triunfos, y la oposición que no transa produce victorias vacías.
Dos años de tensión política han demostrado que son costosos económicamente para ambas partes. La economía no va a reaccionar sin un clima de mayor tranquilidad para la inversión y de esfuerzos audaces de reactivación. Ambas requieren acuerdos, especialmente sobre una ley de financiamiento.
La última encuesta de Invamer para Caracol TV y Blu Radio demuestra lo que he venido sosteniendo en esta columna: que la polarización extrema no solo perjudica a los colombianos, sino que beneficia más a Petro que a la oposición. Después de meses de los peores escándalos de corrupción y de ataques permanentes, la favorabilidad del presidente no sufre, sino que se consolida en 34,6 %, mejora en dos de las cinco zonas del país, en los estratos más altos, en ciudadanos entre 25 y 34 años y en el área rural sube siete puntos. Sus opositores del uribismo no superan el 14 %. El pesimismo baja cinco puntos y la satisfacción de los ciudadanos con su estándar de vida sube 10 puntos. Si Petro mantiene el apoyo de un tercio de la población, energiza sus bases y apoya a un candidato capaz de disputar votos de centro, estará en segunda vuelta. No hay que hacer cuentas alegres.