En 2022, los hechos políticos colombianos parecían imitar a los chilenos. Desde el manejo del gobierno Duque al estallido social replicando la torpe receta inicial del presidente chileno Piñera, hasta los resultados de las elecciones presidenciales.
La oposición colombiana decía hace unos meses que el paralelo continuaba. La coalición de Boric perdió las elecciones constituyentes; el gobierno tenía índices de desfavorabilidad mayores que los de favorabilidad; problemas serios en el tema de seguridad, por lo que se creía que la izquierda llegaría muy debilitada a las elecciones presidenciales del próximo noviembre. Las encuestas venían siendo encabezadas por la derecha, hasta que la ganadora de la consulta de izquierda se disparó y pasó a encabezarlas. Los titulares dijeron que la izquierda recuperaba su competitividad electoral. Hoy está empatada con el candidato de la ultraderecha, el que perdió las elecciones anteriores frente a Gabriel Boric.
El otro paralelo con Colombia es que, como Petro, Boric se ha mantenido por encima del 30 % de las encuestas durante buena parte de su gobierno, y recientemente repuntó hasta el 38 %. La candidata de izquierda ronda el 27 %, 11 puntos por debajo de la favorabilidad de Boric, por lo que algunos consideran que eso indica que tiene bastante espacio.
La explicación para las encuestas es que, aunque mayoritaria, la derecha está dividida entre candidatos moderados y uno de ultraderecha, y el hecho de que hay segunda vuelta evita que se vean presionados a unirse. Algunas encuestas muestran que hoy ganaría el balotaje, sin embargo, en muchas segundas vueltas se baraja de nuevo y cualquier cosa puede pasar. Las encuestas no son infalibles. En las elecciones anteriores, aunque Boric lideraba, perdió la primera vuelta ante José Antonio Kast, quien luego perdió la segunda vuelta. En 2022, el escenario de Colombia era similar al de Chile hoy: parecía imposible que Petro ganara en segunda vuelta porque se asumía que los 5 millones de votos de Federico Gutiérrez en primera vuelta se sumarían a los 5.9 millones de Rodolfo Hernández, y que en segunda Petro no tendría cómo crecer los 8.5 millones de votos que obtuvo en primera vuelta hasta 11.2 millones. Pues lo logró, y Hernández se quedó en 10.5 millones de votos. Siempre hay explicaciones para los resultados electorales, pero muchas de esas explicaciones son desconcertantes porque las elecciones son cada vez más volubles.
Si los punteros llegan a segunda vuelta –la candidata de izquierda, Jeannette Jara, exministra de Trabajo de Boric y miembro del Partido Comunista, y Kast, el perdedor de las elecciones de 2022 y de ultraderecha–, los electores de centro elegirán más por miedo a uno de esos extremos que por sumas ideológicas automáticas de los votos de primera vuelta. Es decir, las encuestas chilenas muestran más las divisiones y extremismos de la oposición de derecha que la fortaleza de la izquierda, como en Colombia.
Aunque en Colombia faltan diez meses más que en ese país para las elecciones, el espejo chileno muestra lo dicho, que la izquierda colombiana tiene con qué llegar a segunda vuelta para intentar repetir la sorpresa de 2022, gracias a las torpezas de la oposición que le regalan a Petro división y polarización.