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¿Contagiará Donald Trump al mundo con el uso del poder del miedo?
En un editorial del New York Times sobre quién y cómo enfrentar los previstos abusos de poder de Trump, citan una frase aterradora del próximo presidente pronunciada en 2016: “el verdadero poder es -ni siquiera quiero usar la palabra- el miedo”. El texto hace un recuento de cómo Trump “demolió a sus oponentes políticos mediante humillación e invectiva”, señalando que “como presidente usó el poder de su cargo y el poder de las redes sociales para hacer miserable la vida de quien escogió”. Ahora “está usando el miedo para evitar que oficiales elegidos, jueces, ejecutivos y otros ejerzan sus funciones de maneras que lo enfrenten o hagan responsable”, “para hacer el disentimiento tan doloroso que sea intolerable”.
En realidad Trump es otro más en la tendencia mundial hacia el matoneo político. Están en alza los Netanyahu, Bukele, Milei, Maduro, Putin, Orbán, que manejan la política como a trompadas, porque saben que en esta época de rabia ciudadana las mayorías prefieren a los capaces de castigar a las élites responsables del estado actual de cosas para lograr cambios drásticos.
Pero si Trump se radicaliza, como se anuncia sucederá, terminará generando un clima internacional en que se normalice el recurso al miedo como herramienta de poder, que no solo impulsará demanda ciudadana de medidas desmesuradas, sino oferta. Los gobernantes que tengan tendencias populistas y/o autoritarias avanzarán en ellas, y los más democráticos y mesurados pueden empezar a ser percibidos como débiles e ineficaces. Si Trump logra resultados -así sean aparentes- copiando algunos aspectos de modelos de capitalismo autoritario, parecerá una respuesta efectiva a la supuesta desventaja de las democracias.
Muchos no le temen a Trump, creen que como en la primera administración, sus decisiones extremas serán contenidas por las instituciones y la simple realidad. Habrá que esperar a ver, pero el nuevo presidente estadounidense cabalga ahora sobre una bestia de rabia, cinismo y escepticismo que recorre a una parte grande del mundo, e intentará que esta vez el miedo produzca verdaderos efectos. Los Milei, Bukele, Netanyahu, Putin, Maduro están mostrando que su arma es llegar a los extremos, el maximalismo, pasar los límites, porque esos límites condenan a la inmovilidad y solo presentándose como dispuestos a todo sus adversarios les temen y desfallecen.
Presidentes populistas de países tan pequeños como El Salvador y tan emproblemados como Argentina están logrando influenciar la discusión pública internacional aprovechando que hay una crisis de liderazgo en el mundo. Ni hablar lo que puede generar Trump. Los efectos contagiosos son veloces a nivel electoral. En Colombia un candidato sin más talento que la estrategia de imitar a Trump llegó a segunda vuelta presidencial en 2022, ahora varios candidatos tratan de copiar a Milei.
El problema es que lo que puede contagiarse es el extremismo, la percepción de que es ese traspaso de límites la clave del éxito. En la democracia el éxito depende del respeto de los límites, por eso las redes sociales y los populistas que las ordeñan normalizan cada vez el extremismo irresponsable para socavarlas desde dentro. Lo llaman carácter.
