El director del gremio minero se lamentaba la semana pasada en Mañanas Blu de que la polarización política se tradujera en políticas públicas. ¿Acaso pensaban que esta confrontación descomunal se iba a quedar en tuits, escándalos y ofensas? Las batallas con los gobiernos tienen serias consecuencias, siempre.
Petro ha centrado la confrontación en temas económicos que en realidad son sociales. Impuestos a patrimonios altos, salario mínimo, bono pensional para 1,3 millones de mayores pobres, financiación para universidades públicas, desfinanciación de Colfuturo, controversia sobre tasas de interés del Banco de la República. Antes: presupuesto y ley de financiamiento, reforma laboral y pensional, entrega de tierras. Lo que viene: una bomba fiscal que explotará. Petro puede usar el “cierre de gobierno” por desfinanciamiento presupuestal, como en Estados Unidos, que deja grandes derrotados electorales.
Era inevitable. Una confrontación tan fuerte entre Gobierno y gremios por posiciones ideologizadas en economía terminaría siendo utilizada por Petro para definir la campaña en términos de lucha de clases. Busca imponer la agenda electoral aprovechando la fragmentación atontada del antipetrismo, que no es solo de candidatos sino de temas: De la Espriella habla de seguridad; Uribe de, Chávez; Vicky, de corrupción; Pinzón, de relaciones exteriores; Cárdenas, de economía. Y todos enfocados en el comportamiento personal de Petro que no estará en el tarjetón. Mientras tanto, Petro construye una narrativa como un láser, apalancada en políticas públicas que dominan la agenda mediática porque afectan la vida de la gente.
Estos temas tienen una ventaja electoral demoledora: la oposición se opone sin estrategia y queda retratada ante los electores pobres como enemiga de los cambios que los benefician, aumentando el mérito político de Petro.
El discurso de la oposición se dirige a clases medias, como si Petro no hubiera ganado ya acudiendo a los sectores populares y dedicado a consolidar esa base: 2.5 millones de trabajadores formales que reciben incrementos altos del salario mínimo, más sus familias, son cuatro o cinco millones de votos. Grupos sociales grandes ven aumentar sus ingresos: mujeres cabezas de familia con subsidio, ancianos pobres con bono pensional, soldados con sueldo, campesinos con tierra. Es la manera de Petro de defenderse de las acusaciones de que no ha logrado cambio, que no tiene resultados. Son resultados para su base electoral. AMLO en México hizo aumentos de salario mínimo hasta del 20 % en 2023, sin aumentar la inflación.
¿Puede la oposición recurrir entonces al discurso tradicional contra la izquierda? No. La inflación ha bajado, el dólar está bajo, el crecimiento mejora, el desempleo cae. Las tasas de interés altas terminan golpeando a la clase media que es la base de la oposición. La motosierra de Milei no funcionará electoralmente porque ya la aplicaron.
El próximo año, Petro seguramente doblará la apuesta: se va de vacaciones con casi 40 % de favorabilidad y su candidato encabezando encuestas. Dirán que la oposición unificará su discurso en marzo. Difícil con varios candidatos a primera vuelta. Que uno hará lo de Kast en Chile, enfocarse en un tema. Podrá ser tarde para redefinir la campaña.