¿Por qué se están lanzando los candidatos presidenciales de derecha con tanta anticipación a las elecciones?
Porque la campaña para derrotar a Gustavo Petro, que inició en las elecciones de 2018, continúa, salvo un paréntesis de pocos meses en que los sectores clientelistas buscaron mantener prebendas burocráticas mediante una coalición sin identidad programática. La oposición nunca estuvo interesada en hacer un acuerdo nacional con Petro, menos desde que concluyó que era fácil desprestigiarlo. El establecimiento político de centroderecha que había gobernado Colombia sin interrupciones, y que durante décadas se legitimó con la lucha antiguerrillera, no ha estado dispuesto a reconocer que la izquierda es una fuerza política durable con la que deberá compartir el poder hacia adelante, y menos en cabeza de un exguerrillero.
Pero hay otra razón práctica para el adelanto de la campaña presidencial en la derecha. Que una candidatura presidencial encubierta se adelantó, incubándose habilidosamente desde hace casi dos años, y por detectarla tan tarde, les tomó ventaja a los candidatos de ese sector político. Casi todos los candidatos que hoy se lanzan presurosos contribuyeron ingenuamente a alimentar a su competencia haciéndole juego a la estrategia de los escándalos mediáticos. Sin darse cuenta que el ambiente de oposición en coro, ideologizada, personalista y frívola dejaba la vaca del antipetrismo en manos de quien podía ordeñarla con malicia estratégica, pragmatismo político y periodístico, y recursos económicos para usar las dos herramientas que mejor le funcionan hoy a la derecha en el mundo: el populismo y la propaganda. Donald Trump ha reconocido que no hubiera sido presidente sin la herramienta de Fox News, y la cadena ha reconocido que su crecimiento ha dependido de contar con actores para alimentar a sus audiencias de pasión y amarillismo.
Eso no es nuevo, la derecha trajo el populismo a principios del siglo copiando a Fujimori y construyó la hegemonía cultural uribista que sobrevive hoy. En las elecciones pasadas, recurrió desesperadamente a un populismo burdo copiado de Trump en cabeza de Rodolfo Hernández. El argumento para recurrir de nuevo al populismo será que es la única manera de enfrentar al populismo de izquierda, y que sin Petro en el tarjetón es una carta de triunfo segura.
Sin embargo, Petro puede romper la tendencia y aplicar una estrategia desequilibrante como la que utilizó Álvaro Uribe en 2018 para ganar. Sabiendo que un candidato populista de derecha habilitaba a uno de izquierda, y que el centro político tenía cómo poner candidato en segunda vuelta y ganarle sobrado a cualquier contendor extremista de derecha o izquierda, puso su capital político detrás de un candidato antipopulista que atrajera votos de centro. Petro podría acusar a la derecha de irresponsabilidad por acudir a una candidatura populista sin experiencia y tratar de diluir la amenaza electoral fuerte desde el centro, presentando un candidato moderado, experimentado y de origen de centro, en fórmula con una petrista con credibilidad.
Así le quitaría a la contienda el extremismo de izquierda que facilitaría los ataques desde el centro y excusaría los excesos de la derecha. Duque ganó juntando uribismo duro con centro suave.
