Ante las guerras civiles que dejaron las intervenciones estadounidenses en el Medio Oriente (Irak, Siria, Libia) y los fracasos de Sudán y Afganistán, se pensaba que estaba probado que era muy poco lo que podían hacer las potencias para transformar políticamente otros países. Que en el mejor de los casos lograba cambios de régimen, y cuando éstos se conseguían, los nuevos gobiernos eran endebles porque reposaban sobre estructuras democráticas superficiales, como en Irak y Afganistán.
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Ante las guerras civiles que dejaron las intervenciones estadounidenses en el Medio Oriente (Irak, Siria, Libia) y los fracasos de Sudán y Afganistán, se pensaba que estaba probado que era muy poco lo que podían hacer las potencias para transformar políticamente otros países. Que en el mejor de los casos lograba cambios de régimen, y cuando éstos se conseguían, los nuevos gobiernos eran endebles porque reposaban sobre estructuras democráticas superficiales, como en Irak y Afganistán.
Con la estrategia para Venezuela, Estados Unidos parece seguir creyendo que es posible imponer la democracia desde fuera. A pesar de que está refugiándose en el aislacionismo. Estados Unidos no solo está saliendo de Siria, sino apresurando una negociación en Afganistán para salir. Con la tesis de Trump de que las potencias no libran guerras eternas, está negociando con terroristas a pesar de que éstos se han negado a un cese al fuego. Trump no se levantó de la mesa a pesar de que los talibanes pusieron una bomba en una instalación de inteligencia, asesinando a más de 30 personas.
O Trump considera que Venezuela es un caso de seguridad nacional mayor que otros problemas geopolíticos, lo que no parece, o John Bolton y el senador Marco Rubio le vendieron la idea de que este es un caso fácil donde puede obtener la única victoria internacional después de que el acuerdo con Corea del Norte no resultó efectivo, las sanciones a Rusia no tapan la supuesta alianza con Putin, hace papel secundario a Putin en Siria, no logra frenar a Irán con más sanciones, la alianza con Arabia Saudita parece entreguista, la guerra comercial con China no culmina, etc.
En Venezuela, Trump puede querer amedrentar para luego negociar, como en Corea del Norte, en línea con lo que ofreció en campaña de ser “negociador en jefe”, como en su libro, The Art of the Deal. Trump está en una situación política difícil internamente porque apostó duro contra los demócratas con el cierre del gobierno, perdió y cayó diez puntos en las encuestas. Necesita un éxito pronto y, si además éste le genera apoyo entre el electorado latino, decisivo en estados neurálgicos como Florida para lograr reelegirse, mucho mejor.
La apuesta venezolana parece poco riesgosa porque la fórmula Guaidó decora lo que realmente atrae a Trump, el bloqueo económico. Tiene la misma lógica fracasada que usó para forzar a los demócratas a aprobarle el muro con México, que considera vital para poderse reelegir: cierro el gobierno cortando el acceso a los pagos si los demócratas no me dan el muro… cierro el gobierno venezolano cortando el acceso a los pagos si Maduro no me da el poder.
Las preguntas de fondo son si Donald Trump solo aceptará un proceso de democratización en Venezuela, o si negociaría un cambio de régimen que renuncie al socialismo, así no sea completamente democrático. Por ejemplo, que un sector militar apoye a Guaidó a cambio de preservar sus privilegios, y que la fachada sea democrática, pero el sustento del poder siga siendo militar. Y si, atornillado Maduro usando la narrativa de que ahora el hambre es culpa de Trump, para evitar la humillación mundial caiga en la tentación de una acción de fuerza que desemboque en una guerra civil en que el Eln se convierta en el terrible protagonista.