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La visión lincolniana de Biden

Alvaro Forero Tascón

24 de enero de 2021 - 10:00 p. m.

En su discurso de posesión, el presidente Joe Biden le apostó a la unidad en su gobierno, una propuesta muy ambiciosa y para algunos suicida.

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La división de la sociedad estadounidense es muy profunda, no solamente porque el proyecto político de Trump fue la división, sino porque esa ha sido la verdadera bandera del Partido Republicano desde hace casi tres décadas. En 1992 Bill Clinton construyó la coalición mestiza que ha ganado cinco de las últimas ocho elecciones presidenciales y que crecerá en la medida en que los blancos dejen de ser mayoría a principios de la próxima década. En 1994 Newt Gingrich, speaker de la Cámara de Representantes y cabeza del Partido Republicano, respondió con el Contract with America, una estrategia de radicalización rural blanca y oposición feroz a Clinton, que siguió en el gobierno Obama con el populismo del Tea Party y el bloqueo legislativo.

La pregunta es por qué Biden insiste en la unidad, cuando Obama fracasó rotundamente en colaborar con los republicanos. Como vicepresidente exsenador y cabeza del Senado, Biden buscó acuerdos con los republicanos sin ningún éxito.

La respuesta es quizás que, precisamente porque vio cómo Obama fue saboteado, sabe que la división puede ser la debacle de su gobierno. Más de la mitad de los votantes republicanos creen que su elección es ilegítima por el supuesto fraude electoral, Donald Trump conserva 30 % de opinión favorable y las mayorías en el Congreso son muy débiles y pueden perderse en 2022. Sabe que la división les conviene a los republicanos —es el caldo de cultivo que necesita Trump para resurgir— y que los grandes presidentes son quienes tienen las convicciones y la personalidad que requiere su tiempo. Biden llegó a la Presidencia contra los pronósticos, porque parece diseñado para el momento histórico que vive su país.

El discurso de posesión mostró que quizás Biden se ve en un rol histórico similar al de Abraham Lincoln. Guardadas las proporciones, le correspondió la misma tarea. Lincoln unificó a los Estados Unidos derrotando a los racistas del sur y liberó a los esclavos. Ese legado lo llevó a ser el primer presidente en el corazón de los estadounidenses y en los rankings de los historiadores.

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Como a Lincoln, a Biden le corresponde la tarea de detener el “secesionismo” populista del sector radical que controla al Partido Republicano, paranoico por estar perdiendo la hegemonía blanca. Y debe hacerlo imponiendo la coalición mayoritaria mestiza de blancos con educación universitaria, afroamericanos, latinos y asiáticos.

La unidad de que habla Biden es la reunificación política de un país dividido en torno al eterno tema racista, mediante la derrota de Trump y los sectores supremacistas. Para lograrlo debe combinar, como Lincoln, la habilidad legislativa y la popularidad que le permitan terminar de ganar la “uncivil war”. Esta solo terminará cuando Trump pierda el control de una porción grande del Partido Republicano y se proscriba su populismo autoritario.

La coalición de Clinton, que radicalizó desde los años 90 a los republicanos y explotó en populismo trumpista ante el triunfo de un presidente negro, volvió a ganar y gobernará con un gabinete mestizo y una vicepresidenta negra, que como presidenta consolidaría la hegemonía antirracista.

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