Algunos alegan que la Unión Europea no ha debido negociar con Donald Trump en el tema de aranceles. Sostienen que fue una capitulación. La realidad es que los costos de acordar eran muy menores a los de no construir una relación pragmática con Trump. No llegar a un acuerdo habría desplomado las exportaciones europeas y perdido la competitividad frente a Reino Unido, Japón, Corea. Una relación agria con Trump habría dejado a Europa desprotegida porque éste ha insistido por años que Estados Unidos no va a seguir protegiendo a países que no hacen esfuerzos militares mínimos.
El establecimiento político y económico colombiano tenía la misma disyuntiva que los europeos de negociar o enfrentar a Gustavo Petro, que como Trump ganó las elecciones explotando las grandes debilidades de quienes habían tenido el monopolio del poder político por décadas. Como Europa, la clase política colombiana estaba mal acostumbrada a sus privilegios y comodidades y Petro explotó su desprestigio, su indolencia para atender la desigualdad y las demandas sociales con reformas, su crisis de liderazgo, su congelamiento ideológico y su degradación clientelista. Como Trump, Petro fustigó a las élites y amenazó con hacer cambios que las afectarían duramente.
Sin embargo, el establecimiento colombiano no negoció con Petro. Después de unos intentos tímidos de diálogo –aprovechando que Petro cometió el error de romper primero la coalición partidista– lo enfrentó duramente desde el Congreso, las cortes, los gremios y los medios. A la acusación de Petro de que tenemos uno de los peores sistemas de salud del mundo, respondieron que tenemos uno de los mejores, y ganaron en la opinión pública. La puja por la reforma a la salud y los escándalos de corrupción forjaron la creencia dentro de la oposición de que podían “atajar a Petro”, como ha sido su obsesión fallida durante años.
Hoy las preguntas son ¿por qué no cedieron como los europeos con Trump, si aparentemente Petro usó los mismos mecanismos, y si están logrando atajarlo realmente? Con Trump los países negociaron porque era mucho más costoso no hacerlo. Con Petro, ni la clase política ni el establecimiento económico se han sentido amenazados realmente, más allá de la retórica. No sintieron que tenían que negociar porque, a diferencia de Trump, Petro no golpeó donde duele. A Trump no lo han detenido las acusaciones de autoritarismo, ni de irresponsabilidad económica, ni de populismo, sino que ha retaliado con fuerza a cualquier rechazo o acusación.
Como he venido sosteniendo en esta columna, no parecen haber atajado a Petro porque la polarización con que buscan hacerlo le favorece en la medida en que lo radicaliza hacia un comportamiento más trumpiano. Al hundimiento de la reforma laboral respondió con la consulta popular y ganó. En la última encuesta Invamer sube su favorabilidad al punto más alto de los últimos dos años y medio, y mejoran casi todos los indicadores sociales: incluido el de satisfacción con el estándar de vida, de percepción sobre el futuro de Colombia y de cambio positivo.
Si fue inteligente el manejo de los europeos a Trump se sabrá en unos años. No se sabrá, en cambio, si hubiera sido mejor acordar con Petro. Excepto si pone presidente.
Queda un año.