Opositor de la oposición

Hace unos días un amigo me saludó con un “qué dice el opositor de la oposición”.

Quizás tiene razón porque luego de votar en blanco en las elecciones presidenciales decidí no hacer parte del coro de quejas contra Gustavo Petro, y más bien recordarle a la oposición su responsabilidad en haberle facilitado la llegada al poder con tantos errores, y la irresponsabilidad de insistir en la misma estrategia de “atajar a Petro” ya estando este en el poder. Por dos razones: que no debilitaría electoralmente a Petro lo suficiente sino que lo empujaría a regresar al populismo, y que los colombianos tendrían que pagar un precio alto por años de inestabilidad y conflicto. Pensé que era mejor negociar con Petro, en una estrategia pragmática como la que ha usado Estados Unidos –que no es petrista sino sensato– porque la polarización puede resultarle más rentable a Petro.

La presión histórica para Petro no era ser buen presidente. Casi ningún gobernante sale hoy del gobierno con grandes reconocimientos. Los partidos en el poder están perdiendo las elecciones en todo el mundo. El reto histórico de Petro era consolidar a la izquierda como una alternativa de poder hacia el futuro y ejercer una influencia caudillista comparable a la de Álvaro Uribe como expresidente.

Tenía dos maneras para intentarlo: haciendo reformas o jugando a la polarización. Ante el fracaso del intento de acuerdo nacional por cálculos electorales de ambos lados, Petro regresó a la estrategia de la polarización que le ha funcionado, porque divide la opinión pública en bloques que se alimentan del conflicto, que inmuniza al suyo del efecto de los escándalos y de los escasos resultados gubernamentales, y que le permite mantener la bandera del cambio acusando a la oposición de bloquearlo.

Pasados dos años de gobierno, mis preocupaciones parecen confirmarse. Los colombianos están pagando un precio alto y la estrategia de “atajar a Petro” parece no estar funcionando como esperaba la oposición.

La reciente encuesta Invamer para Caracol Televisión y Blu Radio trae malas calificaciones en casi todos los temas, pero la intención de voto muestra que el bloque de la oposición más dura va de último, detrás del bloque de candidatos de centro y del petrista. Aunque las mayorías son antipetristas, están divididas en pedazos que será muy difícil unir en 2026 porque seguro habrá candidaturas populistas de derecha opuestas a los partidos, y candidaturas de centro no combinables con las de los partidos tradicionales. Petro, en cambio, gracias a la polarización, está consolidando el bloque más grande porque es capaz de mantenerlo unido. Mantiene una opinión favorable de un tercio del electorado, y una intención de voto para su grupo de cerca de un cuarto. Seis meses antes de ganar las presidenciales tenía un 25 % de apoyo.

Así, Petro puede aspirar a llevar su candidato a segunda vuelta, o decidir quién es el próximo presidente inclinando la balanza en segunda, o hacerle una oposición férrea para tratar de volver al poder en unos años como Uribe con Duque. Seguirá ordeñando la polarización y manteniendo petrificado a su enemigo para no interrumpirlo mientras se equivoca. Ya es tarde para acuerdos, la política continuará radicalizándose, solo queda esperar por candidatos menos polarizantes.