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La oposición colombiana no se contenta con haberle facilitado la presidencia a Gustavo Petro, ni con mantenerlo en 40 % de favorabilidad a punta de polarización salvadora. Ahora dobla la apuesta, su estrategia genial: ¡fragmentación más extremismo! El antipetrismo era mayoría, pero el ascenso de Abelardo de la Espriella –aprovechando la fragmentación– desequilibró la campaña. Ya disparó al candidato petrista en las encuestas porque asustó a los votantes de centro.
Muchos creen que no son responsables porque apoyan a Juan Carlos Pinzón o a otro candidato inviable en lugar de De la Espriella. Pero así alimentan el óxido de la fragmentación, y le dan influencia al expresidente Álvaro Uribe, que es el problema, no la solución. Uribe vende dos remedios que en realidad son gasolina al incendio: unidad y castrochavismo.
La unidad es un espejismo calculado. Uribe juega su carta de siempre: simular neutralidad mientras bloquea sutilmente cualquier figura moderada que no le deba obediencia, así pueda ganarle cómodamente al petrismo. La búsqueda interminable de unidad no solo debilita al antipetrismo, esta es imposible porque De la Espriella lo divide. Uribe lo sabe, pero insiste para darle tiempo de consolidarse en las encuestas y disimular su preferencia hasta que parezca inevitable.
Con el “castrochavismo” busca aterrorizar aprovechando el ascenso de su enemigo personal Cepeda para fabricar una mentalidad desesperada de “todo vale” que favorezca a De la Espriella sobre Sergio Fajardo. Pero el término copiado de los cubanos de Miami está desgastado tras tres elecciones; solo asusta a la derecha. Las ofertas de “destripar” y el récord judicial del expresidente normalizan las acusaciones contra Cepeda que no asustan al votante independiente. El pánico de las derechas es el combustible que lo impulsa.
Uribe se vende como vacuna contra el populismo cuando fue él quien trajo el virus a Colombia. A base de polarización mantiene con Petro un duopolio caudillista con que obligan a tomar partido. El problema: hoy el populismo de Petro conecta mejor con los sectores populares. Uribe se equivocó con Fico en 2022 y ahora busca empollar su populista, un Rodolfo Bukele, pero no soluciona una debilidad de la nueva derecha populista: su discurso es más para las clases medias.
Meter a Trump en la campaña dispararía a De la Espriella, cerraría el espacio del centro y consolidaría el pánico que alimenta a Cepeda. El trío perfecto de errores.
De la Espriella aspira a pasar a segunda vuelta y forzar la unidad antipetrista con miedo a Cepeda. Pero Petro hará lo propio contra Uribe y De la Espriella para quebrar esa unidad, y la mayoría de candidatos antipetristas han expresado reservas para apoyar a un “tigre”. La oposición tiene semanas para rectificar y apoyar con racionalidad una candidatura capaz de convencer al votante bisagra, el 30 ó 40 % que no es uribista ni petrista, olvidado por una oposición obsesionada con su base.
Si no, la oposición no perderá contra Petro: perderá contra sí misma, otra vez. Miren la trayectoria de las encuestas en lugar de gritarle “petrista” a quienes venimos alertándolos desde la campaña anterior. Reconozcan que la que parece petrista... es la oposición.
