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La política es la palanca de progreso de una sociedad, así tenga mala fama. Pero solo cuando produce condiciones que le permiten a la sociedad avanzar.
Puede paralizar a las sociedades por vía de malas decisiones, falta de objetivos, incertidumbre, como en Argentina. Es efectiva cuando logra generar consensos sobre cómo y hacia dónde avanzar, como en Chile con la Concertación, la coalición de partidos de centro y centroizquierda que gobernó desde 1990 hasta 2010.
Pero esos periodos largos de concordia política son muy escasos en el mundo polarizado de hoy. Algunos países como España o Estados Unidos han logrado hacer avances importantes en medio de altas polarizaciones porque los partidos lograron mayorías estrechas para implementar sus políticas, unas de corte neoliberal y otras socialdemócrata, generando un desarrollo económico y social equilibrado. A veces los países consiguen mantener niveles de crecimiento económico a pesar de graves problemas políticos, como Perú en los últimos 10 años, pero sin un desarrollo equilibrado. Pero cuando la política deja de construir y se reduce al enfrentamiento, las sociedades se paralizan.
Colombia viene atravesando un periodo ya largo de convulsión política. Primero, con la polarización frente al proceso de paz con las FARC; luego, con la protesta social, y ahora, con la oposición del establecimiento a los cambios de políticas sociales que pretende el nuevo Gobierno de izquierda. A pesar del crecimiento económico alto de 2022, apenas se están recuperando los avances sociales y económicos que se perdieron durante la pandemia. Este Gobierno heredó una situación de freno de la economía para atajar la altísima inflación que llevó a que el crecimiento del último trimestre fuera de 0,3 %; eso, sumado al freno de la inversión privada por la incertidumbre política, puede mantener bajos los niveles de crecimiento. A ello hay que agregar el deterioro progresivo que viene sufriendo el orden público desde hace unos años.
Esa situación compleja requiere que la política enderece el rumbo, pero las condiciones de convulsión política no están mejorando sino empeorando. La división que agobió a los gobiernos Santos y Duque se está profundizando y puede llevar a una parálisis que no solo impida las reformas sociales sino el crecimiento económico, desembocando en un enfrentamiento político más agudo por la frustración de sectores populares ante el bloqueo de los cambios por los que votaron en 2022.
Todo el mundo sabe que el país requiere acuerdos para poder afrontar la violencia, la desaceleración económica y las demandas sociales, y que para lograrlo es necesario que un segundo intento de acuerdo entre el Gobierno Petro y el establecimiento político y económico sea más pragmático. Así como se le pide flexibilidad al Gobierno, los defensores ideológicos del modelo neoliberal deben aceptar que en 40 años este no ha sido efectivo en resolver problemas apremiantes, como pensiones, inequidad, atraso del campo.
Los opositores al Gobierno están viendo que los próximos años pueden seguirse derrochando en escándalos y bloqueos, pero que eso no solo afecta el proyecto político de Petro sino sus intereses económicos y políticos, porque un escenario de rabia, pobreza y violencia solo le conviene al extremismo.
