Algunos de los que más denuncian el populismo de izquierda tienen una gran responsabilidad por su crecimiento en Colombia.
Los responsables de que una sociedad se contagie de populismo no son solo los populistas del momento. También, quienes los antecedieron y envenenaron la vida política de odio y rabia y teorías de conspiración, y quienes se eligieron con la bandera del antipopulismo pero cometen las conductas que el populismo ordeña.
En las elecciones presidenciales de este año hay oferta de populismo de izquierda y derecha. En algunas encuestas ocupan el primer y el segundo lugar. ¿Por qué no parecen servir de nada las advertencias que hacen el uribismo y el presidente sobre el riesgo del populismo?
Por dos razones principales. Porque quien reintrodujo en el país el populismo de mitad del siglo pasado fue el propio uribismo. En 2002 derrotó al bipartidismo que había gobernado dos siglos, con un programa de dos partes: lucha contra la “politiquería” y contra las Farc, acusando al conservatismo en el poder y al liberalismo que apoyaba la estrategia de paz del gobierno de ser una élite política corrupta que les había entregado el Caguán a las Farc. En su “manifiesto” de 100 puntos Uribe prometía: “El Estado burocrático y politiquero ha engañado al pueblo con un discurso social que no ha cumplido porque los recursos se han ido en clientelismo y corrupción”. Ofrecía también: “El 7 de agosto, a las 5 p.m., si con la ayuda de Dios y el apoyo del pueblo colombiano llego a la Presidencia de Colombia, presentaré el ‘Referendo contra la Corrupción y la Politiquería’, que incluirá la reducción del Congreso, la eliminación de los auxilios parlamentarios y de sus privilegios en pensiones y salarios”. Ofrecía un “Estado comunitario”. Elaboró la narrativa típica de la división entre élite corrupta y pueblo puro, que es la esencia del populismo. Uribe gobernó como un caudillo, reemplazando y atacando las instituciones, construyendo su Estado de opinión, creando partidos de bolsillo, tratando de quedarse en el poder indefinidamente.
Para regresar al poder ejerció un populismo feroz contra el Gobierno Santos, denunciándolo de todo tipo de corrupción, desde la mermelada hasta una supuesta alianza secreta con las Farc y el chavismo. Generó una polarización política tan aguda, que no se veía desde las épocas de Laureano Gómez, que abonó el terreno para el surgimiento de una izquierda que siguió la misma estrategia, aprovechando que el desarme de las Farc desapareció la amenaza de una toma comunista del poder y legitimó a la izquierda democrática.
Ante el surgimiento del populismo de izquierda y la desaparición de las Farc, el uribismo cambió de táctica y enarboló la bandera del antipopulismo. Presentó a un candidato moderado, que no compartía la tendencia populista de una parte de su partido y que ofrecía frenar a Petro, la mermelada y la JEP. Sin embargo, el uribismo que llegó para “frenar a Petro” ha terminado agravando las causas que alimentan al populismo. Con dos medidas graves principalmente: incumplir la promesa de no mermelada y devorarse los órganos de control. Contribuyendo a la corrupción política que alimenta al populismo, y que es exactamente lo que prometió combatir para ganar las elecciones de 2002 y 2018.