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Traicionero del populismo

Alvaro Forero Tascón

24 de febrero de 2025 - 12:05 a. m.
““A Trump realmente le importa un carajo la clase trabajadora” dice David Brooks”: Álvaro Forero Tascón
Foto: EFE - @Scavino47

Mi columnista estadounidense favorito es David Brooks, del New York Times, conservador pero no dogmático sino profundo, humanista y culto.

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Escribió hace poco una columna titulada “¿Podemos por favor dejar de llamar esta gente populista?” en que dice que “Trump no es populista, hace campaña como populista, pero una vez tiene poder, es el traicionero del populismo”. Sostiene que Trump no representa realmente a los sectores trabajadores que votan por él, sino a la élite blanca conservadora, y que en Estados Unidos no hay una confrontación política entre sectores populares y las élites, como se dice, sino entre élites blancas: la conservadora y la progresista.

Brooks asume que no solo hay un populismo, el de izquierda, que representa al pueblo contra la élite. En realidad hay otro populismo, el de derecha que representan Trump, Bolsonaro, Milei, Orban, Modi, Bukele, Erdogan, y hasta Putin y Netanyahu, que llegan al poder ofreciendo reivindicar al pueblo derrotando élites decadentes, usan la autoridad como principal oferta política, y consolidan un poder caudillista basándose en el viejo truco del enemigo interno, que a veces combinan con el externo.

Brooks acierta en que el populismo de derecha es traicionero, porque tiene el mismo discurso reivindicatorio que el de izquierda, la misma fachada redentorista, pero en realidad impulsa intereses de una élite, diferente a la que ataca, pero élite al fin. “A Trump realmente le importa un carajo la clase trabajadora” dice Brooks. Aunque es un hecho evidente, Trump logró la mayoría del voto de los estadounidenses sin título universitario (Kamala Harris de los que tienen título universitario).

El populismo de derecha busca reivindicaciones distintas a las de izquierda, pero usa las mismas herramientas: encarnar al pueblo contra un enemigo, promover la rabia y el odio, atacar con bajeza a los adversarios, simplificar, personalizar, exagerar y mentir, etc. (Ver mi columna “Test de populismo”). El populismo de izquierda tiende a la irresponsabilidad económica; el de derecha, a la irresponsabilidad social y militar, y ambos a la irresponsabilidad institucional.

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Es un fenómeno relativamente nuevo, cuyas raíces modernas nacieron en Perú con Alberto Fujimori y se perfeccionaron en Colombia con Álvaro Uribe. Cuando empecé a plantearlo, hace casi dos décadas, el concepto de populismo de derecha parecía descabellado, pero hoy pocos académicos niegan la condición populista de Trump y que el fenómeno está en alza en el mundo, mientras que el de izquierda se encuentra en una etapa avanzada y decayendo.

El sistema político colombiano está profundamente afectado por el populismo, al punto que un proyecto electoral imitador del trumpismo –el de Rodolfo Hernández– derrotó con facilidad una coalición de toda la clase política, el gobierno y el uribismo, pero conscientes del carácter traicionero de ese populismo, la misma coalición apoyó Hernández en segunda vuelta.

Argentina es la cuna del populismo, del peronismo influyente, del populachero de Evita, del de moda de Milei. El populismo de derecha va a ser protagonista de las próximas elecciones colombianas, y vamos a seguir innovando: con un injerto Milei/Evita.

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