Se puede aprender de Estados Unidos sobre cómo tratar a Gustavo Petro.
Basta entender cómo y por qué Estados Unidos ha sabido leer bien al presidente colombiano, manteniendo en buen estado una relación que podía deteriorarse mucho y sin sacrificar los intereses esenciales de ese país en Colombia y la región. Para Estados Unidos simplemente no era una opción permitir que se deterioraran las relaciones con su principal aliado regional porque sería demasiado costoso. El mecanismo para lograrlo era el respeto y la comprensión, basados no en debilidad sino en realismo para entender que un presidente de izquierda tenía que introducir cambios grandes en la relación y había que encontrar un espacio para acomodar esos cambios.
El Gobierno Biden sabe que no debe asfixiar los intentos de consolidar una izquierda democrática en Latinoamérica en cabeza de presidentes como Petro, Boric y Lula, para que puedan competir con Maduro, Ortega y Díaz Canel, en lugar de igualarlos como pretendía Donald Trump. Estados Unidos habría podido jugar a bloquear las iniciativas de Petro, cuenta con el poder para hacerlo, no solo internacionalmente, pues tiene mayor cercanía que este con sectores económicos, judiciales y políticos locales. Pero entiende que colaborando defiende mejor sus intereses, que la lucha contra el narcotráfico, por ejemplo, solo es posible colaborando, así sea bajo condiciones distintas.
El éxito de la estrategia norteamericana ha sido no responder ideologizada ni defensivamente a las peticiones y ataques de Petro, sino esforzarse por entender sus posiciones para tratar de incidir en las políticas concretas y no prestarse para ser atemorizada ni manipulada por los sectores políticos y periodísticos más polarizadores y viperinos. Biden sabe que, a pesar de la retórica dura, los gobiernos de izquierda democrática no implican una amenaza grave mientras se logre construir objetivos comunes en temas como lucha contra el calentamiento global, que compensen y moderen los cambios inevitables en temas como lucha antidrogas.
La diplomacia norteamericana entiende que bloquear el camino de cambios que pretenden los nuevos gobiernos de izquierda es forzarlos a recurrir al populismo. Que es más inteligente reconocerles esfuerzos, como los que vienen haciendo en materia macroeconómica Petro y Boric, para estimularlos a colaborar.
Estados Unidos sabe que desafiar y acusar al imperio produce más réditos políticos para los gobernantes que las relaciones estrechas, por lo que no debe aportarles argumentos para rompimientos. Que acorralar a Maduro con el infantil cerco diplomático le sirvió más al presidente venezolano que a la democracia y a las empresas norteamericanas.
Los estadounidenses estudian la política local de sus aliados y adversarios, y saben que Petro ganó porque trataron de bloquearlo con un continuismo ingenuo y que ahora están insistiendo en el inmovilismo, en lugar de cambiar de estrategia. Saben que el peor error es despreciar a un gobernante, porque así lo obligan a hacerse temer.
La estrategia estadounidense es replicable por los gremios y los partidos sensatos, a veces perder poco es ganar, sobre todo después de haber perdido tanto en las elecciones. Si Estados Unidos puede…