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¡Basta ya (de Darío Acevedo)!

Ana Cristina Restrepo Jiménez

01 de julio de 2022 - 12:30 a. m.

Entrar a Yad Vashem, el Centro Mundial de Memoria del Holocausto en Jerusalén, es sumergirse en la más honda vergüenza. Entre lágrimas y náuseas, se cruza el corredor de Yad LaYeled, homenaje al millón y medio de niños judíos asesinados. En el Salón de los Nombres asoma el sentido de humanidad con la reparación simbólica que significa nombrar a las víctimas. Pero solo se recupera la esperanza al recorrer el Jardín de los Justos de las Naciones, evocación de miles de personas que se arriesgaron para salvar judíos.

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¿Qué papel tuvieron los negacionistas del Holocausto en la creación de ese lugar de memoria? ¿A alguien se le cruzó la idea de pedirles la opinión?

La creación del Museo Nacional de la Memoria (MNM) es tarea del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), cuyo director es Darío Acevedo, Ph. D. en Yonosequé, negacionista del conflicto armado colombiano, cuestionado por víctimas y expertos en memoria en audiencias ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), cuyo valioso aporte durante la reciente ceremonia de entrega del Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV) fue la publicación de un emoticón con la boca sellada en Twitter.

¿Cómo nos veremos y otros verán la historia del conflicto colombiano en el MNM?

El presidente electo, Gustavo Petro, se comprometió a acatar las recomendaciones del Informe Final ante el presidente de la CEV, Francisco de Roux, y toda Colombia.

Aunque reconoce los “esfuerzos significativos” adelantados para la satisfacción de los derechos de las víctimas, en sus “Hallazgos y recomendaciones” la CEV considera que persisten las afectaciones, falta articulación entre diferentes instrumentos para reparar a las víctimas y existen limitaciones para cumplir en tiempo razonable con la reparación.

De una propuesta en cinco momentos, me concentraré en el cuarto, dedicado a acciones para “garantizar el derecho a una memoria plural que reconozca las atrocidades del pasado, que contribuya a superar el dolor y el trauma, y que haga frente a dinámicas de estigmatización, deshumanización y negacionismo que se estructuran como factores de persistencia”.

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Las recomendaciones apuntan a avanzar en políticas de memoria para la no repetición, de forma participativa y con garantías de preservación, financiación y construcción de lugares de memoria (conforme avanzan los procesos de la JEP, es probable que surjan nuevos lugares de memoria como reparación simbólica de las víctimas; por ejemplo, La Escombrera, en Medellín, o el Estero de San Antonio, en Buenaventura). Los lugares de memoria ya existentes en los territorios, como los de Tumaco y San Carlos, no pueden caer en el olvido.

Sobre el MNM, aconseja: “La creación y reglamentación del Museo de Memoria de Colombia como una entidad permanente e independiente del Gobierno, encargada de la preservación y construcción de memoria con énfasis en las memorias locales, territoriales y de los pueblos étnicos (…) que asuma la implementación de la política de archivos de derechos humanos y cuente con un programa propio, robusto, de investigación en memoria e historia del conflicto armado y sus víctimas”.

¡Basta ya! de Darío Acevedo. Seguramente se las dará de “digno” con una renuncia temprana a su cargo, pero el daño a los procesos simbólicos con las víctimas está hecho. Su paso por el CNMH no puede quedar impune.

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