Según la Sociedad Interamericana de Prensa, El Salvador permanece en la categoría de países con alta restricción en el Índice Chapultepec de Libertad de Expresión y Prensa. Las “amenazas, intimidaciones, descalificaciones y presiones” de Nayib Bukele al periodismo independiente coartan el control del poder y el derecho a la información. El exilio de Óscar y Carlos Martínez, investigadores de El Faro, es una evidencia fehaciente del imperio de la censura.
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Los populismos han sofisticado el silenciamiento. Las redes sociales −las bodegas “de nadie”− y el acoso judicial son dos de las lápidas predilectas de los populistas para la aniquilación moral de sus críticos. (Los seguimientos e interceptaciones del DAS durante el gobierno de Álvaro Uribe o el acoso en redes del presidente Gustavo Petro, son solo dos ejemplos monumentales de amedrentamiento).
Citaciones judiciales, tutelas, denuncias y demandas son manifestaciones del llamado “Pleito estratégico contra la participación pública” (Strategic Lawsuit Against Public Participation, SLAPP). Entre el primero de enero de 2020 y el 10 de noviembre de 2025, la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) registró 199 casos de acoso judicial contra periodistas en Colombia. Este vicio de tinterillos congestiona juzgados, desincentiva el debate público, obstruye el acceso a la información y llega a extenuar económica y anímicamente a los periodistas.
¿Quién encarna el SLAPP en Colombia?
La evocación que el candidato Abelardo de La Espriella hace de Bukele es estética y ética. Su forma es el fondo. Con su ejercicio de la cura morum en medios de comunicación, el Dr. Censura disfraza el que parece ser su mayor temor: la libre expresión.
No existe un ranking que permita establecer el “podio” de los líderes criollos del SLAPP; lo cierto es que los “caza-periodistas” que evitan el “show” compiten con los que rugen fuerte para alertar a sus presas.
Al Dr. Censura lo precede su trayectoria predatoria. Se ensañó con Cecilia Orozco −incluyendo un proceso civil, en una abierta vulneración de los estándares de protección a la libertad de expresión− por las columnas “La ruta preteliana de la Justicia” (17/03/2015); “La contrafiscalía de Pretelt y su propio «DAS»” (08/09/2025); “Pretelt, bien acusado pero no vencido” (10/11/2015); “Pretelt, antipersonaje del año (2015)” (15/12/2015) y “Estrategia de abogados: engañar e intimidar a la prensa” (07/06/2016). Los rugidos contra Daniel Coronell por la columna “El avión” (6/01/2018) se convirtieron en ronroneos, ante la posibilidad de publicar los contratos que como abogado había suscrito con sus clientes. Su gusto por la cacería en manada quedó plasmado en la tutela contra Julián Martínez, Ignacio Gómez, Alfredo Serrano y Daniel Mejía; además de Wilmer Zuleta, de un medio alternativo.
Entre 2018 y enero de 2021, la FLIP registró 14 actuaciones judiciales de ADLE contra periodistas; al menos ocho eran procesos civiles que exigían indemnizaciones considerables.
En la sentencia T-452 de 2022, la Corte Constitucional advierte sobre los ciudadanos que abusan del “acceso a la justicia como un mecanismo de acoso y no de búsqueda de la materialización de sus derechos”. El periodismo no es intocable, honrar la verdad no es una opción, es un imperativo ético; sin embargo, la rectificación es un derecho consagrado en la Constitución que, con inusitada frecuencia, es manoseado para silenciar.
En el Índice Mundial de Libertad de Prensa, El Salvador ha descendido 61 posiciones en los últimos cinco años (en 2020, ocupaba el puesto 74; hoy, el 135). Colombia pasó del lugar 130 (2020) al 115 (2025).
El Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas registró que más de un 80 % de los salvadoreños aprueba a Bukele, pero seis de diez tienen “más cuidado” al opinar sobre política. La censura es una reacción en cadena: ¡no afecta solo a los periodistas!
Ruge más fuerte el tinterillo que el tigrillo.
*Por transparencia con los lectores: ADLE representó a Marta Lucía Ramírez en una acción −de la cual desistió− contra la investigación “Tras Memo Fantasma, los rastros de su dinero”, publicada por mi esposo, Jeremy McDermott.