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- “¿Por qué aceptó ser candidato presidencial?
- ‘Por falta de carácter’, Carlos Gaviria Díaz’.” *
- “A pesar de haber nacido en Chile, usted puede ser elegido presidente de Colombia. ¿Quiere ser presidente?
- ‘No, para nada, en ningún momento. Me parece raro que me pregunte eso, Ana Cristina’, Alejandro Gaviria Uribe.” *
El perfil periodístico consiste en sumergirse en vidas ajenas para escudriñar en las experiencias que generan procesos reflexivos y de transformación en el ser humano. Investigar y escribir el perfil de dos hombres “incómodos”, académicos que pasaron del mundo de la intelectualidad al de la política, me permitió entender que nada es tan arriesgado en Colombia como defender las ideas liberales.
Las coyunturas socio-políticas en que Carlos Gaviria Díaz y Alejandro Gaviria Uribe han aspirado a la presidencia, 2006 y 2022, encajan en las palabras de Albert Camus, en La Sangre de la Libertad: “La libertad es viuda; más debe decirse la verdad: es viuda de nosotros todos”.
Para los medios de comunicación, partidos políticos y analistas resulta más sencillo concentrar las audiencias en las mecánicas electorales: es más rentable mantenerlas mansas que retarlas a pensar sobre las tensiones que plantea la libertad.
Defender las ciudadanías libres como cénit de la democracia parece una utopía, no así para los Gaviria.
“Me gusta definirme como liberal, me siento muy identificado con el texto de John Stuart Mill Sobre la libertad. Uno debe permitir todas las formas de vida posibles”, dice Gaviria Uribe quien, como Gaviria Díaz, creció en las mismas montañas conservadoras de Antioquia donde Fidel Cano fundó El Espectador.
Los Gaviria (sin parentesco cercano) han asumido, cada uno en su momento, el costo político de defender el derecho a la vida digna (materializado en el aborto y la eutanasia), declarar su agnosticismo sin atacar la libertad de cultos, y trabajar desde el poder público (Corte Constitucional y Minsalud, respectivamente) por la regulación de la producción y consumo de sustancias psicoactivas.
Pero no, aquí preferimos a los rezanderos que justifican masacres “con criterio social”, y llamamos “valiente” a quien se vale de un Ejército de hijos ajenos para combatir lejos de las ciudades.
Nos gustan los estados de opinión pero no de introspección.
¿Qué esperar de quien se ha enfrentado a las farmacéuticas (reducción de precios de los medicamentos), a la industria de las gaseosas (impuesto a las bebidas azucaradas), a las fuerzas retardatarias que insisten en las fumigaciones aéreas con glifosato y a los poderes religiosos que lograron arruinar una campaña de vacunación contra el virus del papiloma humano, solo porque lo asociaban la vacuna con la libertad sexual de las jóvenes?
Detengámonos en las mujeres. Florence Thomas, afirma: “Ser feminista es sobre todo una opción ética y profundamente política que busca cerrar brechas de oportunidades entre hombres y mujeres”. El lenguaje inclusivo, las listas cerradas y cuotas de género han sido instrumentalizadas por el patriarcado para aparentar que “está cumpliendo”. El reto de Alejandro Gaviria es enmarcar sus estudios de movilidad social en las luchas feministas (toca decirlo: Carolina Soto entiende este país tan bien o mejor que su esposo. Ha tocado incontables techos de cristal).
No sé si Carlos hubiera votado por Alejandro, pero sin duda sería su interlocutor. Seguramente habría desencuentros en asuntos como la economía, pero sí los uniría la defensa de principios básicos para conducir el país con criterios de libertad.
*Revista Universidad de Antioquia N. 316 y 320. FIN
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