La calle, el parche y la protesta activaron la adrenalina de sus quince años. Era el segundo mes del estallido social del 2021. Después de varios carrerones y de esquivar tombos con su novio, Gabi* se dirigió al costado del Parque Explora para descansar.
Sintió un abrazo por la espalda; al mirar hacia atrás, vio que era un agente del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD): “¡Callada!”, le ordenó, y la condujo a la Estación El Bosque. Le bajó los pantalones. Gabi perdió el conocimiento.
Cuando recuperó la consciencia, desmadejada en el suelo, intentó componerse. En un baño cercano, limpió su espalda y la entrepierna. Buscó un rincón del Jardín Botánico para llorar; allí la recogió un equipo de atención prehospitalaria: “Estaba desorientada, alterada, tenía miedo”, dice Andrea, voluntaria de la Veeduría de la Fuerza Pública (VFP), quien acompañó este Código Fucsia. La abrazó y la llevó al Hospital General de Medellín.
Dora Saldarriaga, entonces concejala, denunció: “Estuvimos hasta la 1:30 a.m., la Personería, la capitana de Infancia y Adolescencia y la VFP, acompañando a la menor y esperando a que llegara una defensora de Familia […] llegó de manera voluntaria por una llamada que le hizo el procurador, el único funcionario que me contestó” (29/06/2021).
Gabi temía que las pruebas de sangre evidenciaran alicoramiento, que el juicio social justificara su desgracia: “borracha”, “drogadicta”, “mentirosa”, eran señalamientos habituales para ella. Había huido de un internado. Con su madre, vendedora de dulces, residía en la Comuna 4, donde el microtráfico, la explotación sexual y otras violencias se ciernen como condenas desde la cuna.
Los exámenes de laboratorio confirmaron el delito; mientras tanto, jóvenes de la VFP aseguraban que miembros del ESMAD habían lavado la escena del mismo. En la madrugada, Gabi viajaba entre poemas de Patti Smith, “Jesús murió por los crímenes de alguien, pero no por los míos”, y el himno de Las Tesis: “El Estado opresor es un macho violador”.
El Centro de Atención Integral a Víctimas de Abuso Sexual, la Defensoría del Pueblo, el ICBF, la Policía Metropolitana, la Personería y la Procuraduría, tuvieron conocimiento del crimen.
Gabi no es un mito urbano. La autoridad que debió protegerla, la ultrajó. El Estado, obligado a repararla, ha profundizado la violencia institucional. Dos mujeres ostentan el poder para recobrar su dignidad: la procuradora Margarita Cabello y la fiscal Luz Adriana Camargo.
Que habrá comisión de la verdad del estallido social (¿solo para el Valle del Cauca?), anuncia el presidente Petro. Que la Estación El Bosque será de Buen Comienzo, pero no para quienes trasladaron allí la Biblioteca Betsabé Espinal (BBE), ordena el alcalde Federico Gutiérrez. Que debatamos la cultura y la BBE se mude a la Casa Zea, propone el ministro de Cultura, Juan David Correa.
La Estación El Bosque, edificio patrimonial del Ferrocarril de Antioquia, ha sido restaurada. Gabi, demolida, deambula en las calles (¡¿conservará sus gafas que le son imprescindibles para ver bien?!).
“ESMAD VIOLÓ AQUÍ!” versa un grafiti en la Estación. “Dios nos ve” se lee adentro de la letra E.
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