Javier no asistió a las ceremonias de grado de sus hijos, ni presenció el proceso que los convirtió en odontólogo, ingeniero financiero y veterinario: “A Dios gracias, con el esfuerzo inmenso de mi señora y con el juicio que tienen mis hijos, logramos acceder a la educación. Estoy feliz porque veo cómo han salido adelante sin la presencia del padre. Desde el encierro, fui el mejor padre que pude”*, dice con la voz quebrada.
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Irreparable
14 de enero de 2022 - 05:30 a. m.