“Me sentí como un extranjero en mi propio país”, esas fueron las palabras del profesor Iván Garzón Vallejo sobre su labor como investigador de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), en la presentación de su obra más reciente: El pasado entrometido (Planeta, 2022).
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El Informe Final de la CEV —controvertido por políticos y opinadores como Paloma Valencia y Rafael Nieto, quienes en micrófonos y columnas aseguran haberlo leído (solo el capítulo “Hallazgos y recomendaciones” tiene 896 páginas: ¡envidio su velocidad de lectura y análisis!)— da paso a la discusión en torno a lo que entendemos por “historia” y “memoria”. ¿Qué recordamos y cómo lo hacemos? ¿Qué criterio orienta nuestra elección de fuentes de consulta? ¿Por qué pasar el relato histórico por el filtro político? ¿Cómo nos enseñaron a preguntarnos sobre el pasado?
La historia reciente en Colombia evidencia que pocas palabras son tan “riesgosas” como “cartilla”. La presentación de material pedagógico de la CEV en algunos colegios públicos evoca la coyuntura del plebiscito por la paz… cuando se difundió la mentira de que unas cartillas de Mineducación iban a “homosexualizar” a los niños. Entonces y ahora permanecen dos protagonistas: 1) la pregunta legítima de “¿qué van a aprender las nuevas generaciones?”, y 2) un periodismo que, para incrementar audiencias, abre espacios más al “ruido” que al contenido.
Desde los años 90, en una suerte de reacción rápida a la Constitución de 1991, el periodismo colombiano se volcó con mayor intensidad al conflicto rural, a hurgar en esas ciudadanías “incompletas” o no ejercidas por falta de presencia del Estado; no obstante, las mismas dinámicas económicas e ideológicas que atraviesan los grandes medios de comunicación y la situación de inseguridad durante décadas han impedido un acceso pleno a ciertos lugares y verdades de nuestra geografía. Con método y estructuración, el Informe Final busca (entre otros propósitos, como la reparación de las víctimas) atender ese vacío.
A la par con la publicación de los capítulos de la CEV, dos ensayos recientes de reconocidos académicos dialogan sobre las aristas de esta discusión nacional: la obra citada del profesor Garzón Vallejo y Memorias para la paz o memorias para la guerra, de María Emma Wills Obregón (Planeta, 2022). Ambos libros, desde perspectivas diferentes y basados no solo en la experiencia académica de los autores sino en su investigación de campo y trabajo directo con las víctimas, piensan la memoria y la verdad histórica.
El Centro Democrático objeta la iniciativa “La escuela abraza la verdad”, de la CEV, pero nunca consideró como “adoctrinamiento” la cátedra “Liderazgo”, con la cual Álvaro Uribe recorrió colegios de élite con su versión de la historia reciente, estableciéndose como salvador de la patria, con él mismo como única fuente y sin aceptar interlocutores simultáneos, solo preguntas finales del público. (Leer: https://acortar.link/rXsxaL). Ahora, en nombre de la libertad, tildan de “fascistas” a quienes cotejan relatos con fuentes directas y controvierten la historia oficial. La senadora Valencia dijo en Blu Radio que esa no es la Colombia que le tocó vivir a ella: ¡precisamente por eso es importante contarla!
La clave radica en el origen y la multiplicidad de fuentes. Siempre será más fácil ver la cartilla en el ojo ajeno, y no el adoctrinamiento en el propio.