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Aquello de “En abril, aguas [lluvias] mil” parece evaporarse. El 11 de ese mes, en 2024, inició el racionamiento de agua en Bogotá. El 24 de octubre, The New York Times tituló su edición internacional: “Un vistazo alarmante a un futuro de sequías históricas”, en referencia a la aridez que desencadena incendios, cortes de energía y de agua en Suramérica; así como al sediento Amazonas que, a su paso por ocho países, afecta la vida de más de 30 millones de seres humanos (y de innumerables formas de vida). Según la Unesco, en la década anterior, más de 260 millones de personas han sido desplazadas por desastres climáticos, en su mayoría atribuibles al calentamiento global.
La expresión “pronóstico del tiempo” abarca mucho más que el “estado del clima”. Por una parte, está la carga “mágica” de la predicción; por otra, las connotaciones de la palabra “tiempo”: era, época. En busca del agua, hemos intentado descifrar los “designios” del cielo y de la tierra. Tanto San Isidro Labrador como Carl Sagan, pasando por grafiteros rupestres, chamanes, Aristóteles, los paisajes de Turner y las advertencias atmosféricas de la pantalla de nuestro teléfono móvil, hacen parte de esta historia a cuentagotas.
La sed es un ensayo de la antropóloga Virginia Mendoza, una sherezade contemporánea que narra nuestra relación con la preocupación atávica que nos ha convertido en nómadas y sedentarios: buscar el agua, huir de ella.
Desde el final de su infancia hasta su adolescencia, escribió un diario que luego se convertiría en una investigación de hondo calado: entender los intentos de domesticación de las fuentes hídricas. La sed parte de dos historias –en apariencia inconexas– separadas por 4.000 años: la de un yamnaya y la del abuelo de la autora, ambos obligados a exprimir cuevas para obtener agua.
Desde hace más de dos décadas, los campesinos de Jericó (Antioquia) cuidan sus aguas como los habitantes de la antigua ciudad palestina cuyos manantiales han sido su tesoro. En el municipio del suroeste, la licencia de explotación de la Minera de Cobre Quebradona está archivada desde 2021. No obstante, la Compañía no solo continúa la exploración, sino que ha interpuesto querellas contra activistas ambientales, campesinos, periodistas e, incluso, una religiosa laurita (Las Lauritas, siempre incómodas para el poder).
En el Hay Festival Jericó, conversaré con la escritora manchega. Una oportunidad coyuntural que no puede escurrirse como el agua entre los dedos: más que un encuentro literario, será un espacio para la historia, la reflexión (macro y local) y, sobre todo, la cohesión social. Mendoza conserva la horquilla de su abuelo con el eslabón y pedernal de su bisabuelo: ese es su kit para “invocar tormentas y detectar agua bajo tierra” (¡La sed es ahora parte de esa dotación!).
Versa un proverbio compartido por chinos y siux: “La rana no se bebe el estanque en el que vive”. Llueva, truene o relampaguee, nos vemos en Jericó.
La sed, Virginia Mendoza. Penguin Random House, 2025.
