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Los ángeles de Uribe

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Ana Cristina Restrepo Jiménez
11 de julio de 2025 - 05:05 a. m.
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Cualquier atardecer de milnovecientosochentaypico. El Cartel de Medellín es el rey. O eso cree. Estoy en la oficina de mi papá, con su mejor amigo. “Componen” el país, discuten, bromean. Suena el teléfono, mi padre responde, le pasa la bocina a su compadre. “¿Qué pasa?”, exclama él, se retira las gafas, tiembla, se derrumba. Su esposa, magistrada del Tribunal Superior de Medellín, fue atacada por sicarios. Ella misma repelió el atentado.

Aquella mujer –mamá, esposa, hermana, profesional, lectora, estudiante…– que enfrentó a un criminal como si fuera “un día más en la oficina”, sobrevivió. Más fuerte, más firme.

¿Cuántas historias –jamás contadas– guarda la justicia colombiana como la de la magistrada Martha Elena Jaramillo Panesso (1949-2017)?

En 1984, ingresó la primera magistrada en la Corte Suprema de Justicia: Fanny González. Poco después fue asesinada en el Palacio de Justicia; pasarían 16 años antes de la llegada de otra mujer.

María Adelaida Ceballos ha investigado con rigor la equidad de género en la justicia colombiana. En su tesis doctoral para la Universidad de McGill, evoca a Virginia Woolf: “Durante todo el proceso de escritura, siempre sentí la presencia de lo que Virginia Woolf llamaba El ángel del hogar. Para Woolf, este fantasma susurra al oído de las mujeres que su lugar está en la casa o en ciertos trabajos poco valorados (…) el ángel representa las estructuras de poder que aún impiden que las mujeres accedan a los mismos cargos y en las mismas condiciones que los hombres”. El referente de Woolf es el poema The Angel in The House, de Coventry Patmore, idealización victoriana de la mujer.

“Aunque las mujeres representan la mitad de las personas juristas tituladas en Colombia, son mayoría en los cargos inferiores y minoría en los altos tribunales provinciales (tribunales superiores)”, afirma Ceballos.

El expresidente Álvaro Uribe renunció a su fuero porque no confiaba en la Corte Suprema de Justicia. La justicia ordinaria, entonces encabezada por el fiscal Francisco Barbosa, sí era “honorable”: Gabriel Ramón Jaimes y Javier Cárdenas pidieron la preclusión del caso. Fueron dos mujeres en Bogotá, Carmen Helena Ortiz, juez 28, y Laura Barrera, juez 41, quienes tuvieron gallardía para determinar que, antes que expresidente, el imputado es un ciudadano. El proceso continuó.

El juicio recayó por reparto en el Juzgado 44 Penal del Circuito de Conocimiento, dirigido por Sandra Heredia. La defensa del expresidente adelantó una acción legal contra dicha juez. El Juzgado 55 Penal desestimó la recusación. La misma historia ocurrió con la fiscal Marlenne Orjuela.

Cuatro mujeres administradoras de justicia se han enfrentado al político más influyente, mediático y poderoso de Colombia. (Estremece la manera en que Uribe se refirió, durante su reciente defensa, a la fiscal o a la magistrada Sandra Yepes).

“El hombre debe ser complacido; pero el complacerlo a él es el placer de la mujer”, escribió Patmore.

Que se busquen los ángeles en el hogar, porque en los estrados no los van a encontrar.

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