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Entrevistar a una víctima no es “un arte”, sino una labor quirúrgica. Sobre heridas abiertas, la memoria se teje con fibras de dolor. En cada hilo está el lenguaje.
13/02/2020. Versión voluntaria de Mario Montoya ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). Magistrada Catalina Díaz: “Usted, como un oficial de esa altísima graduación y con toda la experiencia, ¿qué cambios deberían hacerse para que este fenómeno de 2.248 personas [dato Fiscalía General de la Nación] que fueron asesinadas en estado de indefensión […] no se repita?”.
Mario Montoya: “[…] Me duele decirlo, pero los muchachos que van al Ejército son los de abajo, de estrato 1, ya no va el estrato 2, ni 3, ni 4. Voy a hablar con el corazón, como comandante, nos toca enseñarles cómo se utiliza el baño, cómo se utilizan los cubiertos: ¡esa es la calidad! […] Para que eso no se repita hay que mejorar la calidad humana”.
Un grito entre los asistentes rompe el rigor (cuasi mortis) judicial. La magistrada ordena un receso.
En el Global Investigative Journalism Network, la maestra Marcela Turati publicó una guía para entrevistar víctimas (http://surl.li/kbdaes); en el apartado “¿Cómo preguntar?”, recomienda: “Pregúntate: si se tratara de un familiar o alguien cercano, ¿le haría estas mismas preguntas y de la manera en la que estoy preguntando?”. En su obra magistral –porque es una cátedra de periodismo– La llamada (Aguilar, 2024), Leila Guerriero retrata a Silvia Labayru, superviviente de la dictadura militar argentina y, en el camino narrativo/ensayístico, expone su fragilidad, sus dudas en la reportería.
¿Entrevistar víctimas es una cuestión “de manual”? Es importante, pero nunca suficiente. Si bien la pericia se desarrolla con el trabajo de campo, el cuidado del lenguaje –que construye mundos o los niega e invisibiliza– es mucho más que un asunto intelectual; pasa por el espejo de lo humano. No se trata de confundir respeto a la víctima con paternalismo: cada entrevista es una nueva lección.
“En Colombia los torturados se autotorturan para desprestigiar al gobierno”, declaró el expresidente Julio César Turbay (Crecer a golpes, Diego Fonseca, editor, Penguin Group, 2013). Es la misma línea discursiva que supone que los habitantes de la Comuna 13 entierran a sus desaparecidos en La Escombrera, o que cuestiona a una buscadora: “¿Por qué subían a esas personas por allá?”. Son los velos lingüísticos del militar que “neutraliza” enemigos, o del secretario de Cultura, Santiago Silva, que “fondea” murales.
¿Cómo reventamos los hilos del dolor?
13/02/2020: La JEP reanuda la audiencia. Por su “infracción reiterada”, retiran a Raúl Carvajal Pérez (1947-2021), padre de Raúl Carvajal Londoño, suboficial asesinado por negarse a cumplir la orden de matar civiles. ¿Qué le gritó a Mario Montoya? “¡Usted es un hijueputa!”.
Esas “infracciones reiteradas”, como las de tantos grafitis y murales, no se pliegan ante el Manual de Urbanidad del statu quo, estricto en la prensión de los cubiertos y en la puntería en el orinal. En ordenar “litros de sangre”.
