Hay quienes pierden el juicio por una obra de teatro.
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Durante décadas, desde la academia y el periodismo construimos un mundo, aparentemente ajeno, a través del lenguaje: “los actores del conflicto” integran el reparto de una “puesta en escena” cuyo libreto se improvisa en el “teatro de la guerra”. Pero… ¡ay si nos lo presentan de frente!
Mantener el juicio de Teatro Petra, dirigida por Fabio Rubiano, invierte el ejercicio creativo: actores reales rompen el pacto de ficción con los espectadores (aquel que nos compromete a creer la “fantasía” en escena a cambio de coherencia narrativa). La verdadera mentira es la que advierte el director en el saludo: “Todo lo que se verá es ficción”.
La obra hace perder el juicio porque, a pesar de que pone en las tablas los elementos que exacerban la polarización, desecha la tentación panfletaria para explorar la condición humana.
Rubiano entendió que la abstracción –propia del teatro– no podía competir con el hecho concreto que es la guerra. Un general “ficticio” que les exige a sus subordinados “litros de sangre” y se refiere a ellos como “militares de bajo rango, analfabetas e ignorantes”. Dos mujeres que, de rodillas, buscan a sus amores hasta debajo de las piedras: el dolor que despierta la madre de dos adolescentes agricultores presentados como bajas en combate (ella atesora la foto de sus hijos en un cafetal: ¡sí estaban recogiendo café!) conmueve tanto como el de la viuda de un militar desaparecido y mamá del victimario, un soldado, también campesino y pobre.
Yesid, el militar juzgado en el escenario, busca rehacer su vida en una aplicación de citas. Su “match”, Nelly, la operaria de un Call center, es Colombia: exuberante y alegre –a pesar de su carga de quejas y reclamos–, propone hablar con la verdad… ¡pero detesta oírla!
Desde Los persas (472 a. e. c.), de Esquilo, hasta La indagación, de Peter Weiss, o Plaza de los héroes (siglo XX), de Thomas Bernhard, pasando por Fuenteovejuna (siglo XVII), de Lope de Vega, son arte dramático, pero también memoria. Son belleza, diversión, transgresión, pedagogía. Ahora bien, la discusión sobre el carácter político de los dramaturgos es de una ingenuidad que raya en la ignorancia: ¿qué movió a Brecht o a Beckett? ¿A Enrique Buenaventura, Santiago García, Patricia Ariza, Gilberto Martínez, Cristóbal Peláez o Fabio Rubiano? (Labio de liebre fue otra coproducción de Rubiano, con el Teatro Colón).
¿Por qué la Jurisdicción Especial para la Paz “bota la plata en arte” en lugar de dedicarse a las sentencias? Los Acuerdos exigen verdad, justicia, reparación y no repetición: en su autonomía, la JEP puede apelar a formas creativas para divulgar el sentido de la justicia restaurativa, reparar a las víctimas y hacer memoria. Transformar la idea de que la justicia equivale a retaliación.
Mantener el juicio en Colombia nunca será fácil. Insistimos en el mismo libreto para finalizar el conflicto armado. La justicia restaurativa es más que un ensayo: podría cerrar el telón.