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Secretos de mujeres

Ana Cristina Restrepo Jiménez

14 de diciembre de 2023 - 09:05 p. m.

Los periodistas somos cajas de Pandora, arcas de la alianza, cuartos de sanalejo, tumbas: archivos de historias jamás contadas. Algunas llegan a convertirse en tinta, viajan por espectros sonoros, se convierten en imágenes; otras, en cambio, sobreviven únicamente en nosotros.

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“Sé qué hacer con la desgracia, /cómo sobrellevar una mala noticia, / disminuir la injusticia, / iluminar la ausencia de Dios”, escribió Wislawa Szymborska (estas palabras de su “Prospecto” bien podrían referirse a la soledad de un periodista).

Después de años de ejercer el oficio, sentimos que muchos de los relatos que guardamos en las entrañas parecen escalar hacia la garganta para estallar en la boca y ser contados… pero no, nunca renuncian al silencio por un compromiso profesional ineludible: la protección de las fuentes.

Somos secretos que jamás verán la luz por diversas razones. En las facultades de periodismo poco advierten sobre una de las mayores desgracias del reportero: tras jornadas eternas de trabajo de campo, quedan cúmulos de historias que, simplemente por razones de espacio, nunca llegarán a los lectores. La jerarquización es una faja que moldea el pensamiento y la escritura. Afila la mirada.

¿Cuántos testimonios se atascaron en la cinta de la máquina de escribir de la corresponsal Martha Gellhorn durante la guerra civil española; desde el campo de concentración de Dachau; o en las playas del Día D, cuando se disfrazó de camillero?

También “sepultamos” historias que superan nuestro universo lingüístico. Cuando tu hermana del alma te confía un secreto que implica ocultar la identidad de un criminal, la amiga sigue siendo periodista. “De lo que no se puede hablar es mejor callar”, me consuela (en vano) Ludwig Wittgenstein.

La paradoja es que, al protegerla a ella, lo protejo a Él.

Hace cinco días perdí contacto con una fuente cuya vida seguí durante años. Por la violencia de su experiencia, siente pánico de enfrentarse a un micrófono. Canceló nuestra entrevista a última hora. En el camino, también nos resignamos a nunca juzgar el miedo ajeno, a acompañar con el amparo del silencio.

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Trabajar con el silencio, en especial el de las mujeres, es un reto autodestructivo.

Estas líneas rinden homenaje a las fuentes que me han confiado su dolor (cuando hago memoria, todos mis secretos son de mujeres). Sus historias morirán conmigo, a menos que ellas decidan lo contrario. Pero esta también es una carrera contra el tiempo; con algunas sellé un pacto: si algo les llega a suceder (por ejemplo, que las maten) se abrirán las esclusas de este canal… y pasarán todos los barcos que me navegan, listos para descargar.

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Con frecuencia me asalta la tentación de convertir ciertos secretos (de amor) en ficciones, proteger a mi fuente y matar a la periodista que soy para liberar esas historias. Pero no.

“Entrégame tu abismo, / lo cubriré de sueño”, continúa Szymborska.

Durante 2023, tuve un sueño recurrente: mis cenizas en el mar se convierten en espuma y sal, las aguas furiosas se levantan en sonidos, en gritos que aturden a los navegantes. Entretanto, en las olas se divierten aquellos cuya identidad conozco y que han maltratado, acosado, violado, torturado, desaparecido a una y otra y otra mujer. Entonces, asoma la aleta de un tiburón.

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Sale el sol, me sirvo un café. La protección de mis fuentes permanece intacta. La justicia de los sueños redime.

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