A tragos pausados, Medellín bebe un cóctel venenoso: cuatro años de la presidencia de Iván Duque y dos de la alcaldía de Daniel Quintero han empoderado a la derecha más reaccionaria. El primero naturalizó la estigmatización de quien manifiesta un pensamiento divergente (al tachar reiteradamente de “vandalismo” la protesta social, por ejemplo); en tanto que el segundo, en sus constantes intentos por convertir un proceso de revocatoria en su contra en una oportunidad política, lo que ha logrado es resucitar los discursos más retardatarios que profundizan la polarización.
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Medellín está en alerta por la posible sistematicidad en los asesinatos de seis personas de la comunidad LGTBIQ+ durante 2022: las víctimas son gais entre 28 y 52 años. Algunos han sido encontrados con las extremidades atadas, una bolsa en la cabeza y signos de tortura. Las comunas 10 y 8 presentan la mayor incidencia de casos.
En Blu Radio #ColombiaEstáAlAire, Pablo Bedoya, profesor de la Universidad de Antioquia, explicó que no solo se trata de sectores desfavorecidos; la comuna 10 es un lugar de encuentro LGTBIQ+ y la 8 es el origen de un refugio urbano: Casa Diversa, el primer grupo sujeto de reparación colectiva en Colombia, ubicado en un sector con una presencia importante de actores armados y de normalización del abuso policial. Allí donde la imposición del poder se da por la vía de la fuerza se potencian las masculinidades tóxicas: “Los Rojos estamos realizando una simple limpieza de cacorros y travestis y todo ese mundo bajo”, advierten panfletos.
La abogada Katrim de la Hoz, de la Corporación Caribe Afirmativo, planteó que esta coyuntura evidencia una estigmatización estructural en razón de la orientación sexual y la expresión de género.
Entre las hipótesis en torno a dichos crímenes está su vinculación al uso de la aplicación Grindr. Independientemente de los supuestos frente a las plataformas de citas, los motivos de las víctimas para acudir a estas formas de encuentro (curiosidad, soledad, búsqueda de estabilidad emocional o deseo sexual sin pretensiones afectivas) no tienen por qué ser sometidos a juicios morales ni de otra índole.
¿Qué pasa en Medellín?
En los años 90, en la capital antioqueña murieron de forma violenta varias figuras claves del sector cultural y la comunidad LGTBIQ+: el director de teatro José Manuel Freidel (1990), el filósofo León Zuleta (1993) y el fundador del Ballet Folclórico de Antioquia, Albeiro Roldán (1997).
En 2019, en el emblemático Cerro Nutibara, Luis Emilio Arboleda, un homófobo de poncho, carriel y sombrero, cortó el cordón que izaba la bandera multicolor del Orgullo LGTBIQ+ en conmemoración de los 50 años de Stonewall.
Ni “hechos aislados”, ni “crímenes pasionales”, la homofobia es parte del ancestro cultural del paisa, alimentada y renovada por el mensaje soterrado de una derecha agonizante (y con frecuencia vergonzante) que cuando se siente amenazada intenta reinstalar su “proyecto civilizatorio” y que cuenta con la inoperancia institucional estructural frente a la comunidad LGTBIQ+, de órganos como la Fiscalía y la Policía.
¿“¡Oh, libertad que perfumas las montañas de mi tierra!”?
La fragilidad paisa al cambio social está arraigada a nuestros mitos fundacionales. Medellín no es San Francisco (California), pero tampoco es justo reducirla a la caverna que cíclicamente parece abrir sus fauces cada vez que asumen o abandonan el poder los discursos basados en el miedo.