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El día que ya pasó

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Ana María Cano Posada
04 de diciembre de 2015 - 02:00 a. m.
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Desde 1958, cuando en Mauna Loa el científico Charles Kelling midió el CO2, a hoy, cuando el cambio climático global copa pasillos y temores, han pasado 57 años en los que los gobiernos del mundo se han hecho los desentendidos y las voces de alarma han ido subiendo de tono.

Desde las advertencias de los 400 expertos sobre el clima cuando intervinieron por primera vez en 1988, 30 años después del solitario Kelling, se ha llegado a la puerta de los temibles dos grados centígrados de elevación de la temperatura del planeta, cuando todo se vuelve irreversible.

Esta Tierra ha presenciado cataclismos, glaciaciones y extinciones, con lo cual este cambio climático inducido sólo significará que se deshaga de tan molesta montura humana y siga su senda en el espacio sideral ya alivianada de los que la recalentaron con una revolución industrial basada en energías fósiles no renovables: petróleo y carbón.

Y es verdad que sí se puede cambiar una tendencia, porque se logró cuando descubrimos que el hueco en la capa de ozono se abrió con el uso de aerosoles y del gas que usa la refrigeración y el mundo logró cambiar la mentalidad. Hoy está casi desaparecido el temible hueco por el que quedaba desprotegido el globo ante las radiaciones directas del sol.

Ahora, cuando 155 jefes de Estado llegan a París aterrorizados por el terrorismo (permítase la reiteración), y 195 países van a comprometerse a poner límite de dos grados a la elevación del clima mundial para no derretir más los glaciares ni elevar los océanos ni hacer que las sequías e inundaciones azoten más los países más pobres del planeta, han pasado ya décadas perdidas que han subido la alarma a rojo.

En 1972 reunió Estocolmo la primera conferencia del clima; en el 79 los vio llegar Ginebra sin que hubiera menguado la emisión a la atmósfera y es en 1988 cuando los 400 expertos hablan del efecto invernadero; en 1992 llegan a Río de Janeiro a la Cumbre de la Tierra; en 1995 comienza en Berlín a llamarse Primera Conferencia de las Partes (COP) y alude al marco que trazó Naciones Unidas al Cambio Climático. Todo sigue en veremos. En 1997 pasa lo peor: el Protocolo de Kioto no es firmado por China ni Estados Unidos, que son los principales emisores, y el resto de países industrializados llegan a un acuerdo vinculante de reducir 5,2% los seis gases que potencian el invernadero entre el 2008 y el 2012. El cronómetro sigue acelerándose y en 2002 llega la sociedad civil a Johannesburgo; pero es en 2007, en Bali, cuando ven que no se logró la reducción del 5,2% y se negocia el segundo período del Protocolo de Kioto entre 2012 y 2020; se pone a la urgencia una hoja de ruta. En 2009 Copenhague convoca a 40.000 expertos del mundo y allí se habla por primera vez del límite de los dos grados centígrados globales de los que estamos cerca y señalan a los países que están en desarrollo como los más vulnerables al cambio climático; en 2010, en Cancún se crea el Fondo Verde para actividades de energías renovables y tecnologías ambientalmente limpias y en 2011 en Durban, USA, China, Brasil India y Suráfrica se comprometen a llegar a 2015 con un acuerdo vinculante política y jurídicamente.

Ahora hablan todos de un compromiso moral intergeneracional, gobernabilidad planetaria basada en cooperación y no en competitividad. La energía renovable se aplazó medio siglo y los jefes de Estado echan discursos y en la calle la gente protesta. La soberbia se ha dado cita 12 veces y nada cambia del sistema económico afincado tanto como la política sobre el petróleo y los yacimientos fósiles. La Tierra mientras tanto sigue su rumbo.

@anacanoposada

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