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Manejar la versión

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Ana María Cano Posada
30 de mayo de 2008 - 12:55 a. m.
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UNA COMPETENCIA MEDIÁTICA ENtre el Estado colombiano y la guerrilla que lo ha desestabilizado, quedó al trasluz con la noticia sobre la muerte natural de la cabeza de las Farc, primero deslizada por el Ministro de Defensa en una entrevista a la revista Semana y después confirmada por un comunicado televisado del guerrillero Timoleón Jiménez, transmitido por Telesur, un canal extranjero.

Tenían apremio al disputarse quién se quedaba con la propiedad de la noticia frente a la opinión, si se tiene en cuenta la diferencia de menos de 12 horas entre una y otra, y la lentitud de las reacciones de la guerrilla en estos casos. De esta muerte pasaron dos meses en silencio.

Ha ido ambientándose una dependencia informativa de las versiones que se confirman o se desmienten, en un juego de poder informativo donde se escalan posiciones según quien maneje la noticia. El derecho informativo público lo administran personajes que saben atribuirse hechos y resultados para su propio beneficio, como en esa noticia de la muerte de Tirofijo, que podía ser la más importante de la historia reciente, pero que llegó fragmentada y se aceptó como cierta al sumar versiones. Acuñaron la frase “la versión que se maneja”  para conjurar la inestabilidad y perecimiento de primicias y desmentidos.

En Colombia nos  atenemos a versiones inciertas de informantes que están ocultos y que recibimos a beneficio de inventario, sobre lo que tiene que ver con la guerra que también se libra en el terreno informativo. Esta muerte de Tirofijo había sido anticipada y desmentida 20 veces. Los minutos que pasan entre el rumor y la certeza son tan escasos como cruciales los hechos. La cadena de golpes que en los últimos seis meses han recibido las Farc ha entregado a las Fuerzas Armadas la responsabilidad casi única de la versión aceptada de lo que pasa. El presidente Uribe y el ministro Santos acuden a estos hechos para demostrar la eficacia del presupuesto militar que se ha multiplicado. Llegan al extremo cándido del ministro Fernando Araújo que atribuye a la seguridad democrática la muerte por falla cardíaca de Manuel Marulanda Vélez.

Sin duda la escalada contra los cuadros de la guerrilla y la desbandada conseguida tienen un enorme peso específico para la negociación civil, si se logra. Pero es grave para el equilibrio informativo el que la verificación de los hechos sea casi imposible y que tengamos que optar por creerle al más fiable que nos cuente la operación y el resultado.  Y el más expuesto a la opinión ha sido el propio ministro Santos en este tiempo de alta intensidad informativa sobre la guerra. Capitaliza el desgaste que han sufrido otros temas como el paramilitarismo en la política, para que el protagonismo y la necesidad de estos triunfos militares se vuelvan indispensables en la perspectiva electoral y justifiquen el centro de atención puesto en la guerra.

En medio de la fulguración militar tiene que abrirse camino cómo concebir a Colombia por fuera de la guerra. A más peso militar más necesaria es una contraparte civil, un contrapoder a la corrupción y la indiferencia. En ese forcejeo por la opinión, hay un espacio no ocupado, dejado por el desbarajuste de los partidos políticos en estos seis años del período Uribe. Es grave que se visualice en el horizonte un manejo civilista del poder armado como único escenario deseable.

Grave quedar expuestos a supuestos salidos de la escasez de verificación informativa: todo cabe donde no hay corroboración. Un medio de contraste exige esta cadena de supuestos y versiones que busque información en frío para que la reacción y la guerra no controlen los medios.

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