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SAMUEL MORENO, EL ALCALDE, es un tipo buena persona; fue un buen parlamentario que se destacó por debates responsables y estudiados. Es un hombre cordial y conciliador. No obstante estas cualidades, su alcaldía no ha sido fácil y está muy cuestionada.
El primer problema que ha tenido Samuel lo causó él mismo. Fue tan insistente en basar su programa de gobierno en el metro, y hacer girar gran parte de la discusión de los programas propuestos en la época de campaña en este tema, que fue esto lo que le quedó en la cabeza al ciudadano común. No se refirió a otros programas en áreas fundamentales, como es el caso de la vivienda, tema en el que el déficit de construcción venía desde otras administraciones, o a diversos programas sociales que estableció Lucho Garzón, o a hacer de la movilidad un tema más amplio de debate que fuera más allá del metro.
El metro ha sido entonces el caballito de batalla y hay que reconocer que el Gobierno Nacional le hizo una mala jugada a Samuel, pues los recursos existentes fueron entregados para el tren de cercanías que vendieron a la opinión pública como una primera etapa del anunciado y codiciado metro. El Alcalde probablemente dejará los diseños y los estudios para que este proyecto se realice, pero su promesa de entregarle a la ciudad un sistema de transporte como éste no se cumplirá, pues los tiempos, como están hoy las cosas, no dan.
A esta altura del partido, Samuel debe enfrentar el tema de la movilidad, entre otros; hay que diseñar un plan más integral que comprenda a Transmilenio, que ya está colapsando por exceso de pasajeros y por su cobertura; revisar el pico y placa para evitar medidas de coyuntura y hay que reorganizar las rutas y horarios de buses y colectivos, además de trabajar en nuevas vías y el mantenimiento de las existentes.
En temas de desarrollo urbano es necesario que logre tener más transparencia en las licencias que se otorgan para nuevas construcciones y que se verifique el cumplimiento de las normas del POT. La seguridad, aunque no es de competencia estrictamente local, debe ser asumida, pues da la sensación de que en este campo tampoco pasa nada.
De los programas sociales, aunque es tradicionalmente una bandera de la izquierda, no se tiene noticia; Bogotá Sin Hambre se ha desdibujado hasta el punto de que no se sabe si continúa o no, pero tampoco se sabe a ciencia cierta qué programas nuevos están en marcha.
Aunque es difícil resolver los problemas de la ciudad en su totalidad, sí se trata de asumirlos de manera que la percepción sea de acción para todos los sectores de la población. El problema es que no sabemos con claridad qué está haciendo el Alcalde y tiene que hacer un mayor esfuerzo por contar y comunicar lo que hace; no es cierto, en todo caso, que no hace nada. No basta entonces ser, sino que hay que parecer.
