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“Es mejor malo conocido que bueno por conocer” señala el dicho popular que muchos colombianos hoy han retomado ante la promoción de una segunda reelección del presidente Uribe.
Y es que también en materia política la gente prefiere lo conocido a tener incertidumbre sobre quién puede ser su futuro Presidente y cual será su forma de gobernar. Finalmente Uribe ha devuelto la confianza y ha liderado el país —lo cual gusta— mucho más cuando hubo ausencia de esas dos cosas en los dos períodos presidenciales que antecedieron al actual mandatario. Al ciudadano le gusta sentirse gobernado, así no comparta todo lo que pasa.
La mayoría parece preferirlo así; Uribe gusta en el sector empresarial, porque el país crece y la economía va bien, porque hay confianza en el ámbito internacional y han llegado capitales foráneos a comprar empresas colombianas y, teóricamente, a “invertir en el país”.
Gusta de él la seguridad democrática que, de manera paradójica, le permitió a la gente ir a sus fincas, de recreo o productivas, y transitar por las carreteras en caravanas coordinadas y vigiladas por el Ejército sin miedo a una pesca milagrosa. Gusta igualmente de él su don de mando, aunque a veces se confunde con unas rabietas de las que después tendría que arrepentirse si no fuera por su orgullo que lo lleva a enfrentamientos innecesarios que desinstitucionalizan; basta pensar en el reciente episodio con el ex Presidente de la Corte Suprema de Justicia.
Y es que el Presidente gusta por su macropolítica en los municipios y regiones, aunque en lo micro la cosa sea un desastre; la mayoría de los ministros, en efecto, cometen muchos errores por omisión o por acción; abundan en este sentido los ejemplos recientes como es el caso de la entrega de tierras de los desplazados a empresas privadas, o de las frecuentes contradicciones en las que incurren ministros como los de Relaciones y Defensa.
Y sigue gustando aunque se hable de sus relaciones con los paras —como lo sugirió tristemente Obama en declaraciones a CNN—, aunque no haya relaciones ni posibilidad de arreglo con Venezuela y los negocios colombianos en ese país estén en vilo, y aunque no haya ninguna posibilidad de arreglo con las Farc.
Finalmente habrá que hacer un ejercicio serio de prospectiva en el que pese menos la subjetiva simpatía que por él se siente que la real situación de un futuro para la nación colombiana. Ojalá aprendamos de la historia de Venezuela que terminó en Hugo Chávez por la persistencia de dos de sus líderes que quisieron perpetuarse en el tiempo, Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera, sin darle espacio a nuevas generaciones.
Dicen que lo único permanente es el cambio y ello es válido en materia política; ojalá seamos capaces de darle aire al país, de asumir riesgos y de pensar que vendrán nuevos y buenos gobernantes; renovemos nuestra clase dirigente, pues otro mandato de Uribe acabaría con una generación de buenos y competentes compatriotas.
