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Comandante, no me acose, estoy trabajando

Andrea Aldana
15 de diciembre de 2020 - 03:57 a. m.

Hace un par de semanas terminamos de grabar un documental en el que duramos 12 días filmando en terrenos complejos y a veces hostiles, como son las zonas rurales o fronterizas de Colombia. El equipo periodístico lo conformábamos cuatro personas: dos hombres, dos mujeres. Y aunque era evidente que todos estábamos trabajando, por los aparatos que siempre cargábamos (cámaras, trípodes, chalecos, etc.), la colega reportera y yo tuvimos que aguantar, en promedio, cuatro o cinco episodios de acoso cada una; los colegas, en cambio, obtuvieron un cero en este conteo. ¿Cómo es posible que la mitad del mismo equipo pueda hacer su trabajo tranquilo mientras que la otra mitad tiene que estar en permanente alerta y con la guardia arriba? ¿En algún momento nos van a tomar en serio a las periodistas? ¿O vamos a tener que seguir masculinizando el carácter para ganarnos el respeto o poder pasar desapercibidas?

Este es el escenario que sorteamos las reporteras cuando hacemos trabajo de campo y esta conversación es una deuda que tiene con nosotras el periodismo. Hace poco, en una encuesta sobre la violencia de género contra mujeres periodistas, que hace parte de la campaña No es hora de callar que lidera Jineth Bedoya, se conoció que seis de cada diez mujeres periodistas han sido víctimas de violencia de género en sus espacios laborales y que cuatro de cada diez decidieron abandonar los espacios luego de enfrentar estos episodios. Como me ocurrió a mí, hace un par de noches, cuando pensé en salir corriendo del que en ese momento era mi lugar de trabajo.

Estábamos grabando, eran las nueve de la noche y acompañábamos un operativo de control de la fuerza pública sobre los pasos ilegales de una frontera, territorios que son solo selva, piedra y arena. Quien era el comandante máximo del operativo me dijo que me quedara junto a él; yo, pensando que era el sitio más seguro, obedecí. Empezamos a caminar, la gente se adelantó, él bajó el ritmo de su paso y en un momento quedamos solos. Entonces me soltó una “broma” —porque después de hablar me aclaró que era broma—, me dijo que le encantaba amarrar mujeres, maltratar y el sadomasoquismo. Diez pasos más adelante me soltó otra: “yo le estoy haciendo el cortejo que hacen los pavos reales antes de aparearse”. Lo había conocido 27 horas atrás cuando, junto al equipo, pedimos acompañarlo al operativo; y volví a verlo ahí, mientras trabajaba. En diez minutos el hombre encontró la autoridad para hacerme sentir incómoda, asqueada y con ganas de correr. Pero estábamos en un territorio hostil y él lo sabía. En un momento, y ya cabreada, quise insultarle, pero fui incapaz siquiera de decir “comandante, no me acose, estoy trabajando”. ¿La explicación? Sencilla: era de noche, no había gente cerca, el hombre llevaba una pistola al cinto y de él dependía toda nuestra grabación. En otros casos no tenemos explicación, el miedo, el asombro, la rabia, la impotencia, la inseguridad congela, te hace sumisa y no se explica.

La encuesta de No es hora de callar también dice que ocho de cada diez mujeres periodistas han conocido casos de violencia de género contra una colega. Estoy segura de que en cualquier gremio el panorama sería igual. A veces pienso que la vida es como un juego violento de PlayStation, pero a las mujeres alguien les activa el modo difícil antes de jugar.

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Jose(46118)15 de diciembre de 2020 - 03:16 p. m.
Esta señora Periodista Aldana. siempre se las a dado de Mártir . Sera que quiere seguir los pasos de la colega Jineth Bedoya que tanto provecho le a sacado a sus violación, Dinero y Fama. No hay hombre que no lo pida, ni mujer que no lo De.
  • David(1812)15 de diciembre de 2020 - 06:34 p. m.
    Callense, par de maricones que les queda grande respetar, intento de violadores porque no hay mujer que se los dé.
  • Tulio(25476)15 de diciembre de 2020 - 04:25 p. m.
    no lo dude
Atenas(06773)15 de diciembre de 2020 - 02:38 p. m.
Sí, Andrea, y de tales viles acosos son objeto las mujeres en el común de los escenarios donde hay machos cabríos, q' son sólo buche y plumas como aquel q' se le pavoniaba. Y ocurre en la iglesia con los novicios efebos, en las oficinas entre "ejecutivos" con el dia de la secre y la noche del jefe, y en el.....Sólo les queda el empoderamiento, pelar dientes y garras y sus colectivos. Somos básicos
  • David(1812)15 de diciembre de 2020 - 06:34 p. m.
    Tulio vos, pedazo de mierda, escoria, la basura tiene más valor que vos.
  • -(-)15 de diciembre de 2020 - 04:25 p. m.
    Este comentario fue borrado.
-(-)15 de diciembre de 2020 - 01:38 p. m.
Este comentario fue borrado.
  • Tulio(25476)15 de diciembre de 2020 - 04:26 p. m.
    vete a la mierda, escoria
  • Macario Paramo(86653)15 de diciembre de 2020 - 03:37 p. m.
    Estas enfermo, Tulio. Y el tratamiento es doloroso y largo. Tal vez ni la vida te alcance para recuperarte. Trata de no contagiar a otros, es lo unico decente que te queda.
  • -(-)15 de diciembre de 2020 - 04:26 p. m.
    Este comentario fue borrado.
  • Oinilk(2715)15 de diciembre de 2020 - 02:11 p. m.
    Malparidez rampante la suya.
Libardo(10892)15 de diciembre de 2020 - 12:43 p. m.
Acoso de parte de quien jura defender la vida y honra de su víctima circunstancial. Cuando los episodios son repetitivos reflejan una cultura, una forma de hacer y eso se llama sistematicidad y habla mal de la institución. Hay militares y policías honestos y fieles a su juramento, pero parecieran ser ellos las manzanas podridas, las excepciones. Que los buenos se manifiesten, por el bien de todos.
Mar(60274)15 de diciembre de 2020 - 06:32 a. m.
Y todavía se extrañan cuando una mujer habla y cuenta algo así, 10 ó 20 años después de que sucedió y es porque la mujer aun después de haber estado vulnerable frente al acoso, no se siente segura ni siquiera de contar el acoso, pende sobre su cabeza ese chantaje de que yo soy el hombre y usted una simple mujer y nadie le va a creer. Andrea, la felicito por su valor por estarnos contando lo que
  • Mar(60274)15 de diciembre de 2020 - 06:34 a. m.
    y a muchas periodistas y muchas mujeres les ocurre, para que sepan que "no es hora de callar", sino de hablar, de revelarse, que ni el miedo, ni el silencio son opción. Ojalá que las estupideces que le dijo ese comandante tengan un precio y él pague ese precio.
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