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El vendaval Gustavo está dejando a su paso una larga estela de árboles, o sea políticos, chamuscados. La lista de los ya olvidados por completo, o sea de los quemados, es larga: Laura Sarabia, Olmedo López, Carlos Ramón González, Sandra Ortiz, Sneyder Pinilla; a esta lista habría que sumar ahora a Susana Muhamad y Gustavo Bolívar. Quedan en pie dos candidatos y media: Iván Cepeda, Daniel Quintero y, por el ladito y sin muchos votos, Carolina Corcho. Cada uno de los dos primeros tiene sus bemoles: Cepeda es conocido como un mamerto radical, manchado por su vieja relación con las FARC, mientras que Quintero es acusado de clientelista y corrupto, incluso por copartidarios suyos, tanto que su eventual triunfo en alianza con Armando Benedetti haría que volara de aquello al zarzo.
Sigamos con la lista de los chamuscados, es decir, de quienes sin haber perdido las posibilidades del todo, las tienen cada día más débiles. Tanto Roy Barreras como Juan Fernando Cristo pueden mover algo a través del Partido Liberal, si es que no les hacen el fo de entrada. De nuevo, esto se materializaría si Quintero se impone a fines de este mes, lo que reviviría la consulta de marzo como vía para muchos.
Por el lado derecho quedan en pie algunos candidatos: Abelardo de La Espriella, Vicky Dávila, Germán Vargas Lleras, Paloma Valencia, Juan Carlos Pinzón. Ellos también buscan la manera de unificarse, aunque todavía nada está claro. Aquí el dilema es si las fuerzas antipetristas se van a unir para la primera vuelta, lo que implicaría intentar llegar a un solo candidato junto con los del centro. En primera línea allí están Sergio Fajardo y Claudia López. También figuran Juan Manuel Galán, Enrique Peñalosa, David Luna y Aníbal Gaviria. Dejo que los lectores asignen a cada uno sus posibilidades; yo se las veo mayores a los dos primeros. Pese a que mucho me insisten en esta teoría de dos candidatos, la creeré cuando vea un resultado concreto. La otra opción es que a la primera vuelta lleguen el candidato de izquierda, el de centro y uno solo de la derecha. Según eso, sería inevitable que haya una segunda vuelta en junio del año entrante. No es la peor de las opciones. Repitamos algo dicho en el pasado: para ser presidente en 2026 se van a necesitar más de 13 millones de votos, muchísimos, tantos que arrastren tras de sí una clara legitimidad política, le guste a uno o no el resultado.
Lo otro que sin duda viene son escándalos, nuevos y viejos, como el que acaba de salpicar a la mayoría de los candidatos del Pacto Histórico al Senado en 2022. No le gano a la historia porque salió en la prensa este fin de semana. Citemos a Cambio: “En una investigación sobre la campaña de los senadores del Pacto Histórico, la Corte Suprema encontró las maniobras contables de Guillermo Alfonso Jaramillo y Ricardo Roa para evitar que la campaña de Gustavo Petro violara los topes”. Cambio no es antipetrista.
Suele esperarse que un líder político vaya dejando por el camino personalidades alternativas, atractivas y con futuro. Petro no es así. Vive un sueño monarquista: yo o el diluvio. Así, en la medida en que no ha encontrado la vía para ser de nuevo el gran protagonista en 2026, vendrán las alternativas. Las fechas decisivas serán la consulta de marzo y después la primera vuelta de mayo. El actual presidente quedará como una voz fastidiosa, pero sin influencia a partir del agosto entrante. Joderá mucho, eso sí. Es lo de menos.
P.S.: Patricia Castaño dejó una estela de luz. Buen viaje, querida amiga.
