La frase del título, que a mi modo de ver sintetiza lo ocurrido el domingo pasado en las elecciones de Bogotá –no de toda Colombia– se escribe fácil, pero desde hace décadas pronunciarla resultaba imposible en este país convulsionado. El holgado triunfo de Carlos Fernando Galán fue una bocanada de aire fresco, respirable. Él reinaugura la tranquilidad, el equilibrio, la tolerancia, la moderación y muchas otras virtudes que dábamos por perdidas en la vorágine de la polarización. ¿Por fin pegó el centro en la política colombiana? Ojalá. Igual, ya lo iremos comprobando.
En uno de sus varios rompimientos con tradiciones dañinas, el alcalde electo aclaró que no va a usar el espejo retrovisor para repartir “culpas” sobre sus eventuales problemas. Las tres prioridades expuestas por Galán son urgentes e importantes: mejorar la seguridad de la ciudad, garantizar que se termine bien y sin cambios la primera línea del metro y desterrar de la ciudad el hambre, sobre todo la de los niños. Aparte de eso, hay un número importante de “mangos bajitos” que se le deben ayudar a identificar en los dos meses que faltan antes de que se posesione. Yo buscaré canales para contarle de los que tengo detectados, con la obvia aclaración de que ya el alcalde verá cuáles ideas le sirven y cuáles no.
Algo que definitivamente no es un mango bajito es la vigencia del partido político. Hablo del Nuevo Liberalismo (NL), fundado hace mucho por el sacrificado Luis Carlos Galán, padre del alcalde. Al NL le fue bien en las elecciones al concejo, si bien no las ganó. Quedó de segundo, muy cerca del ganador, el Partido Verde. Sin embargo, se ve muy viable conformar una coalición favorable al gobierno, con la cual habrá que negociar, por obvias razones. Dicho lo anterior, el presente y futuro político de Carlos Fernando tienen como una de sus grandes claves el partido político. Es necesario reflexionar allí y llegar a definiciones acertadas para implantar un reformismo dinámico y de largo plazo en Colombia. Un ideario huérfano en el país es la socialdemocracia. Una ruta para explorar esta opción es justamente el partido, no un individuo. De cualquier modo, el NL debe dejar de verse identificado con la familia Galán. Mantenerlo en esas sería un error garrafal que uno espera que no cometan.
El gran perdedor de las elecciones del domingo fue Gustavo Petro, diga lo que diga. Le quedan dos años y medio en el poder y todavía son muchas las palancas a su haber. Mucho menos claro es que la ambiciosa agenda legislativa pueda pasar como está. Hablo de las polémicas reformas a la salud, a las pensiones y al régimen laboral, para no mencionar exabruptos por el estilo de la renegociación del TLC con Estados Unidos. Sí, Petro puede seguir dando lora durante meses con el tema de los palestinos e Israel, mediante declaraciones escandalosas que ni quitan ni ponen a medio mundo de distancia.
Las expectativas con Galán son grandes y no poderlas cumplir todas de seguro le pasará cuenta de cobro. El alcalde y su partido deben encontrar la manera de capear estos vientos adversos y mantener niveles aceptables, ojalá altos, de popularidad.
En fin, no deja de haber por ahí gente de opinión que busca escondederos para ocultar sus yerros. Eso es legítimo, claro que sí. La idea de reconocer públicamente y sin atenuantes un error es casi exótica. Solo la tiene una poca gente ecuánime, como Carlos Fernando Galán.