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Los usos del miedo

Andrés Hoyos

05 de noviembre de 2025 - 12:05 a. m.

El miedo es una reacción natural del ser humano ante la gente o los fenómenos que podrían hacerle daño. Ser dueño de los propios miedos es una de las cosas que se tiene que aprender en la vida. Viene a todo trapo por la carretera una moto de alta cilindrada sin silenciador y uno se hace a un lado, no va y se la lleve puesta. La ve pasar con alivio.

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El miedo puede ser un gran motor político. El actual gobierno de izquierda colombiano llegó al poder a pesar causarle temor a mucha gente, porque ganó la segunda vuelta de las elecciones. Es bien posible que, a pesar del miedo que causa un regreso de sus adversarios, el próximo gobierno sea de signo diferente. En ambos lados hay miedo. Unos porque el gobierno haga trampa para quedarse de algún modo; otros porque la alternativa quiera cobrar venganza. En ambos casos, los miedos no deberían convertirse en realidad, como no pasa en otros países donde ya se ha ensayado la oscilación política.

Recordemos a los niños perdidos en la selva el año pasado. Lesly, la hermana líder, no lo dijo en tantas palabras, si bien cabe presumir que tenía miedo de su padrastro. Tal vez tuviera otros miedos, por ejemplo, a los soldados o a las personas de raza blanca, incluso a los hombres, pues a su llegada pidió tener contacto solo con mujeres.

Escribía yo aquí hace unos años: “La gente tiene razones de sobra para sentir miedo. La guerrilla, las mafias, los paramilitares, la amorfa Mano Negra y muchas veces los propios agentes del Estado han sembrado zozobra en buena parte del país durante décadas, matando, secuestrando, extorsionando, intimidando y desplazando a medio mundo. Póngase usted en el pellejo de una persona cuyos familiares fueron asesinados, que tuvo que abandonar o malbaratar su tierra y que cuando intentó recuperarla o denunciar a los usurpadores le hicieron saber que su vida no valía cinco centavos”. Decía ahí mismo que “la carga de la prueba, por así llamarla, o sea la obligación de aplacar el miedo, recae en el Estado”.

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Sin embargo, no hay que dejarse llevar por el miedo ni siquiera ante una amenaza brutal, y una historia reciente es definitiva al respecto: la de Volodimir Zelenski y su gobierno en Ucrania. Las Fuerzas Armadas de Ucrania tenían todas las de perder en 2022, hasta el punto de que los soldados de Putin llevaban puesto o en la maleta el uniforme de gala para marchar triunfantes por el centro de Kiev. Pues bien, más de tres años después, los rusos no solo tuvieron que retroceder primero y después avanzar de forma mínima, sino que en la actualidad Ucrania cuenta con una estrategia que promete terminar la guerra: la destrucción mediante drones y misiles de diferente alcance y calibre de la industria energética de Rusia, de sus centrales eléctricas, así como de sus fábricas y depósitos de armas. Es un clásico ejemplo del ingenio que nace de la desesperación. Rusia está aprendiendo la lección más dura de la guerra moderna: cuando se invade, la guerra puede venir de visita por la vuelta.

No quiero decir que un pueblo o una persona deba asumir una actitud temeraria y retar siempre al poderoso que viene armado. Se vale la prudencia, pero otro cantar es dejar que un invasor haga lo que le venga en gana. De eso, ni hablar. En fin, cuando podamos decirle adiós a la guerra podremos darle la bienvenida a la verdad. Ojalá también podamos decirle adiós al miedo y, recordando lo que cantaba John Lennon, le demos un verdadero chance a la paz. La paz no es ausencia de conflicto, sino su resolución por medios no violentos.

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andreshoyos@elmalpensante.com

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