Voy a ser claro. No digo que a un asesino confeso e irredento como Salvatore Mancuso no se le pueda creer nada de lo que declara. No. Pero es indispensable que respalde cualquier declaración con pruebas irrefutables, habida cuenta de las reiteradas mentiras que ha dicho a lo largo de su vida. ¿Cómo saber que ahora sí dice la verdad? Pues con pruebas irrefutables. Nada más sirve. En principio, tampoco me opongo a que Mancuso quede libre, siempre y cuando esa libertad no lo conduzca a sus viejas andanzas en el crimen. Si vuelve a ellas, habría que procesarlo, con efectos de acumulación de lo pasado.
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Voy a ser claro. No digo que a un asesino confeso e irredento como Salvatore Mancuso no se le pueda creer nada de lo que declara. No. Pero es indispensable que respalde cualquier declaración con pruebas irrefutables, habida cuenta de las reiteradas mentiras que ha dicho a lo largo de su vida. ¿Cómo saber que ahora sí dice la verdad? Pues con pruebas irrefutables. Nada más sirve. En principio, tampoco me opongo a que Mancuso quede libre, siempre y cuando esa libertad no lo conduzca a sus viejas andanzas en el crimen. Si vuelve a ellas, habría que procesarlo, con efectos de acumulación de lo pasado.
Sin embargo, Gustavo Petro lo designó gestor de paz. ¿Qué méritos le ve? Lo que sobre Mancuso se sabe con certeza es que sus crímenes empezaron con el narcotráfico, pero siguieron con terrorismo, concierto para delinquir, homicidio, tortura, secuestros, masacres, desplazamientos forzados, desapariciones, amenazas, extorsión, lavado de activos. Vaya gestor de paz, pues, a este al que le imputan la friolera de 60.000 hechos criminales. Extraditado en 2008, en su momento intentó ser enviado a Italia, país del que es ciudadano por ser hijo de un italiano. Sin duda pensaba que allá lo dejarían en paz. Sin embargo, el triunfo de Petro pareció señalarle un camino alternativo en Colombia. ¿Ahora llega aquí de profeta y de salvador? Últimamente ha asumido el tono de una figura pública. Habla incluso de su “deber moral” y ha dado declaraciones como esta: “Señor presidente, no desista de promover condiciones y escenarios idóneos para un diálogo con estas organizaciones, yo creo profundamente en el sentido filosófico que entraña la paz total y creo que su idea se puede materializar. Tiene usted aquí a un humilde servidor de esta causa”. Y esta: “No regreso a Colombia con ningún ánimo revanchista, no tengo cuentas pendientes con nadie”. ¿Ni siquiera con las víctimas de los 60.000 hechos criminales que se le endilgan? No que se sepa.
Mancuso era el segundo al mando de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y por ello mismo aún es responsable directo de decenas de miles de gravísimos crímenes cometidos en los 90 y en la primera década del siglo XXI, en compañía de Fidel y Carlos Castaño. Cierto, él conoce mucho de lo actuado por la clase política y por algunos empresarios en esa época. ¿Que los militares le pidieron cometer crímenes? Muy probable, si bien él y sus subalternos fueron quienes asesinaron a la gente. ¿Ahora está arrepentido? Eso dice. Lo otro que es obvio es que Álvaro Uribe, quien nunca fue ningún santo en estas materias, anda preocupado con las posibles declaraciones de este gestor de paz. Repitamos entonces que no basta con lo que él diga; tiene que aportar pruebas incontrovertibles; solo algo así justifica el título.
Lo ideal es que el protagonismo sea de las víctimas, no de los victimarios que regresan. Tampoco de los antiguos poderosos, por el estilo de Uribe. En cuanto a Mancuso, una vez quede libre, los colombianos le debemos pagar un esquema de seguridad muy costoso. Claro que nadie sensato quiere lo maten, crimen para el cual sobran voluntarios.
En fin, al menos yo no puedo creer que Mancuso se haya vuelto buena persona solo porque pasó 15 años en prisión en Estados Unidos. Por lo que se sabe, él todavía tiene bienes y plata que no ha entregado. Eso también se tendría que investigar, para que su compromiso con la JEP sea creíble.